martes, 9 de julio de 2019




Educar en pensamiento crítico, una urgencia para Colombia

Nuestros colegios y universidades deben educar para argumentación basada en las mejores evidencias.
Aprendizaje y emprendimiento




La enseñanza y el aprendizaje del pensamiento crítico son objetivos importantes para la educación en todos los niveles.
Por: Carlos Vélez Gutiérrez - Razón Pública

04 de noviembre 2018 , 09:25 p.m.
La expresión ‘pensamiento crítico’ tiene diversos significados que se han construido a lo largo de,
por lo menos, 25 siglos de historia de la humanidad, aunque su uso especializado se haya consolidado
en el siglo XX.
Su origen se remonta, quizá, a una de las épocas más fructíferas de los encuentros culturales entre Oriente y Occidente.
Los tres representantes antiguos más importantes para su significación son Siddharta Gautama, Sócrates y
Confucio. En ellos se ve con claridad la transición del pensamiento mágico-religioso al pensamiento 
filosófico, fundamento de lo que hoy denominamos pensamiento científico.

Aquí se presentan algunas propuestas derivadas de la revisión de este concepto, una reflexión sobre los principales
obstáculos para la emergencia de una cultura crítica en Colombia y algunas propuestas sobre lo que podrían hacer
los maestros para contribuir a fortalecerla en el aula de clase.
Calidad de vida
Uno de los autores más representativos de este campo de estudio es Richard Paul, quien afirma que
la calidad de nuestra  vida y lo que producimos, hacemos o construimos depende precisamente 
de la calidad de nuestro pensamiento.
Un pensamiento de mala calidad, pobre, es costoso, tanto en términos de dinero como de calidad de vida.
La excelencia en el pensamiento, sin embargo, debe ser cultivada de manera sistemática”.

La enseñanza y el aprendizaje del pensamiento crítico son entonces objetivos importantes para la educación
en todos los niveles.
Por eso, nuestros estudiantesnecesitan preguntar, explorar y compartir lo que saben, imaginan e ignoran, 
así como aprender a aplicar su conocimiento y sus sentimientos sin temor al ridículo o a que los matoneen 
sus compañeros y profesores. Sin estas formas de interacción en el aula, en la casa y en la calle, no tendrán 
herramientas para evaluar su propio pensamiento y, en consecuencia, no podrán cambiar sus ideas, emociones y prácticas.

Además de estas condiciones básicas, el aprendizaje del pensamiento crítico requiere el análisis objetivo, persistente 
y preciso de  cualquier afirmación, fuente o creencia para juzgar su alcance, la validez de sus fundamentos y la veracidad 
frente a los hechos.
Una toma de postura como esta es deseable cuando se trata de resolver problemas o tomar decisiones; exponer
evidencias, hechos y argumentos que sustenten nuestros pensamientos y valoraciones; evaluar los argumentos y 
la información que recibimos de otras personas, medios e instituciones; usar nuestro conocimiento en diferentes contextos 
y explorar otros problemas y hechos desde múltiples perspectivas.
Estudiantes necesitan preguntar y compartir lo que saben, imaginan e ignoran, así como aprender a aplicar su conocimiento y sus sentimientos sin temor al ridículo o a que los matoneen sus compañeros
En consecuencia, el pensamiento crítico articula la teoría de los argumentos con el contexto donde 
ocurren.
Un estudiante que piensa críticamente tiene habilidades para diferenciar argumentos, elaborar conclusiones
con estos argumentos y construir los propios.

Estas características nos permiten afirmar que el pensamiento crítico es un tamiz contra la información
excesiva que circula en el mundo actual y contra un sinnúmero de personas y organizaciones que buscan
persuadirnos. Esto ocurre mediante diversos modos de publicidad y circulación del conocimiento, los
valores y las emociones en los medios, las redes y los espacios público y privado.

El pensamiento crítico exige analizar toda esa información, valorarla y tomar postura frente a su veracidad 
y la calidad de los argumentos que la soportan o, por el contrario, contradecirla con argumentos coherentes
con los hechos, dejando a un lado, en lo posible, las meras opiniones y el capricho.

Los especialistas proponen dos dimensiones básicas en el desarrollo del pensamiento crítico: la cognitiva, que
incluye habilidades fundamentales como interpretación, análisis, evaluación, inferencia, explicación y
autorregulación; y las disposiciones o actitudes personales, emotivas y afectivas, que consisten en ser una 
persona inquisitiva, sistemática, juiciosa, buscadora de la verdad, analítica, de mente abierta y confiada 
en el razonamiento.

Pero no basta con tener habilidades y disposiciones si no tenemos las oportunidades para desarrollarlas; los
roles sociales que desempeñamos son fundamentales para crearlas o limitarlas. En otras palabras, el desarrollo
del pensamiento crítico no es un asunto personal; exige formas de interacción social que potencien las relaciones
intergeneracionales y el trabajo en equipo.

Sin estas condiciones, no se resolverán muchos de los problemas sociales, económicos y ambientales
que amenazan el bienestar de todos y el futuro de la vida en nuestro planeta.
Qué falta en Colombia
Una sociedad no podrá ser crítica o autocrítica mientras no se aleje de los extremos, pues en los extremos 
predominan las ideologías y los prejuicios, no las razones o los argumentos.

Pero ¿qué valor podemos dar a los argumentos cuando la interacción entre escuela, familia y sociedad no
enseña a inferir, a sacar conclusiones propias, a diferenciar entre las opiniones y los hechos; cuando no 
enseña a pensar autónomamente?

En una sociedad de caudillos extremistas y dogmáticos se necesitan espectadores, borregos y seguidores, no
personas independientes de criterio y capacidad de análisis. Esto significa que el principal proyecto político
de quienes defienden las ideologías de derecha –hegemónicas en la historia de Colombia– es mantener el
 sistema educativo como está o simular que promueven cambios, pero haciendo que las cosas sigan igual.
Los resultados de las pruebas nacionales e internacionales, como Saber o Pisa, sustentan esta afirmación.
Por la misma razón, una escuela basada en las ideologías de izquierda tampoco es la salida; su objetivo es convertir
a los estudiantes en seguidores irracionales de sus propios dogmas. Como ejemplo están los casos de Venezuela,
Cuba, Nicaragua, China, Corea del Norte o la antigua Unión Soviética.

¿Hace cuánto sabemos que el justo medio es el mejor camino para alcanzar el equilibrio? En un país multiétnico y
pluricultural, la negociación y el respeto a los pactos entre diferentes tendría que ser la mejor estrategia para lograr la
convivencia y el desarrollo, para construir un proyecto de nación como nunca lo hemos tenido.
El rol de los maestros
Si el sistema educativo no es crítico con él mismo, difícilmente podrá formar pensadores 
críticos en sus aulas. Por eso son pertinentes las siguientes propuestas para los maestros:

La primera es conocer las formas de pensamiento que están en la base de los contenidos 
conceptuales o procedimentales que enseñan y darles prioridad a las ideas fundamentales,
básicas y generalizables sin perder de vista sus vínculos contextuales. Si los estudiantes no
entienden estas formas de pensamiento, no podrán aprender los contenidos de sus planes de enseñanza.

Segundo, definir las actividades de enseñanza y aprendizaje de tal manera que los estudiantes 
tengan que pensar autónomamente cómo enfrentarlas y resolverlas. En este sentido es importante
promover actividades individuales y colectivas de lectura, escritura, habla y escucha críticas donde
se involucre a todos los estudiantes, especialmente a los más vulnerables. También, garantizar que
los estudiantes entiendan claramente qué sucederá en todas las clases y cómo ocurrirá esta interacción.
En lo posible, mediante diversas formas de negociación, involucrar a los estudiantes en la definición
de los contenidos, las metodologías, las expectativas de aprendizaje y los estándares que orientarán
el trabajo, así como en las formas de evaluar y calificar que serán utilizadas. En pocas palabras,
construir un contrato didáctico que establezca el ambiente de enseñanza y aprendizaje con los estudiantes.

Hablar menos para que los estudiantes piensen más. Utilizar muchas preguntas para que los
estudiantes tengan oportunidades de reflexionar y producir su propio pensamiento, ojalá presionándolos
un poco para que vayan más allá de las opiniones y los planteamientos superficiales. Además, exponer
su propio pensamiento y no solo recitar lo que otros pensaron. Una situación como esta es muy propicia
 para solicitar y dar ejemplos concretos que ilustren los contenidos más abstractos y distantes del contexto donde se encuentran.

Solicitar a los estudiantes que resuman con sus propias palabras lo que el maestro o los compañeros
expusieron; que relacionen los contenidos de la clase con sus saberes previos y sus experiencias 
personales, que ejemplifiquen, que expliquen individual o colectivamente lo que deben hacer y cómo
lo harán; que pregunten lo que no entienden; que escriban lo que piensan y que discutan cotidianamente
sobre lo que afirman y lo que niegan hasta, en lo posible, construir un consenso o aceptar pacíficamente el disenso.

Estas son propuestas para que los maestros autónomos las piensen, las evalúen críticamente y, ojalá,
las mejoren, las apliquen en su trabajo diario y las compartan con sus pares. Sin una excelente interacción
social, cognitiva y afectiva entre maestros, estudiantes, familias y contextos, no podremos construir una
educación de alta calidad; y sin ella, no podremos ser la excelente sociedad que soñamos para todos los
colombianos.
En una sociedad de caudillos extremistas y dogmáticos se necesitan espectadores, borregos y seguidores, no personas independientes de criterio y capacidad de análisis
Habilidades para el siglo XXI
El pensamiento crítico está considerado en la actualidad como una de las principales competencias que 
debe desarrollar el ser humano de cara a su futuro laboral y éxito profesional. Se incluye dentro de
las llamadas habilidades blandas y, a diferencia de las duras, como pueden ser las matemáticas y, en general,
todo conocimiento adquirido durante la educación formal, se identifican con la puesta en práctica de aptitudes,
conocimientos y valores adquiridos, como el liderazgo o la capacidad de emprendimiento.

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