domingo, 21 de julio de 2019

El Cuerpo Docente: Enfermo e Incapacitado. Fiscalia a investigar

Las principales patologías que afectan a los profes son enfermedades del sistema osteomuscular y tejido conectivo, enfermedades psiquiátricas o del comportamiento y enfermedades de la voz, todas asociadas a la labor desarrollada diariamente por los docentes.
Cuando un estudiante llega a casa después de la jornada escolar, por lo general el padre o la madre de familia le pregunta ¿Cómo te fue en la escuela? y muchas veces la respuesta es: ¡mi profe no asistió!, inmediatamente el acudiente piensa que el estudiante se está atrasando en el avance del plan de estudios aprobado por la institución, en conclusión, se perdió el día. Pocos padres se detienen a pensar ¿por qué no fue el maestro o la maestra? Lo cierto es que la profesión docente en el sector público pone en riesgo la salud física y mental de los educadores.
Lo primero que debemos tener en cuenta,  es que los docentes que ingresan al sector público no lo hacen tan jóvenes como quisiéramos, debido a que no existe una carrera docente que permita a los licenciados recién graduados integrarse rápidamente; los datos recogidos por un estudio del Banco de la República  en el año 2018 sugieren que la profesión docente es predominantemente femenina con el 64,9% de la planta docente y una edad promedio de 47,4 años, lo que podría plantear que los docentes que ingresan a los colegios públicos ya han dejado parte de su vitalidad, juventud y salud en el sector privado.
Frente al tema, el profesor Hernando Bayona Rodríguez revisó los efectos de la carrera docente sobre la trayectoria de vida de los profesores: Evidencia para Bogotá, en un documento con el mismo nombre, allí se puede inferir en líneas generales que, al comparar las cargas académicas y horarios de los docentes del sector público y privado, encontraríamos una asignación mayor de funciones y horas de trabajo a los docentes de colegios privados, sin embargo, se enferman más los docentes de los colegios públicos. Es importante insistir en que la educación pública del país atiende a los sectores más vulnerables, con las mayores problemáticas socioeconómicas que impactan no solo los resultados académicos, sino también la salud, fundamentalmente mental de los maestros y maestras.
Las cifras son contundentes. En un informe presentado  a la ADE por la Fundación Proservanda, que es la encargada de transcribir las incapacidades de los docentes públicos de Bogotá, evidencia lo siguiente:
  • En el 2017 en la ciudad de Bogotá se transcribieron 41.183 incapacidades a docentes cotizantes, en el 2018 se incrementó un 0.49% el número de incapacidades, llegando así a las 41.387 incapacidades
  • Las incapacidades transcritas sumaron en total para el 2017 a 369.668 días de incapacidades para los docentes cotizantes, en el 2018 se presentó una disminución del 6,24% llegando así a 347.948 días de incapacidades.
Los números son dramáticos, los días de incapacidades representarían un docente inactivo por un milenio o como si toda la planta docente integrada por aproximadamente 35.550 maestros y maestras estuviera incapacitada 1,16 días al tiempo. En esa misma línea, las principales patologías que afectan a los profes son enfermedades del sistema osteomuscular y tejido conectivo, enfermedades psiquiátricas o del comportamiento y enfermedades de la voz, todas asociadas a la labor desarrollada diariamente por los docentes. Para rematar, el ranking de los colegios donde más docentes son incapacitados se caracterizan por ser Megacolegios de más de 1.500 estudiantes y ubicados en zonas periféricas o de difícil acceso.



En conclusión, tenemos un magisterio que llega desgastado por su sobrecarga laboral en el sector privado, enfermo por las condiciones propias de una profesión de alto riesgo Socio- emocional, con un servicio de salud privilegiado por los incumplimientos y fallas permanentes en la atención, escenario que termina afectando la cotidianidad de las escuelas públicas y su clima laboral; el próximo alcalde o alcaldesa deberá pensar cómo obliga al gobierno nacional a tomarse en serio la salud de sus educadores y educadoras, no solo para mejorar sus condiciones de vida, sino para solucionar un factor determinante en los resultados académicos de los estudiantes.

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