miércoles, 2 de octubre de 2019

Parte II

¿Cómo reconocemos a un buen maestro?



Termino hoy con la lista de cualidades de lo que considero un buen maestro o maestra. Quedamos en que utilizaré ambos términos indistintamente para referirme a ambos géneros.

Los buenos docentes estimulan a sus estudiantes para que lean y estudien de manera independiente, y siempre les dan oportunidad de que se expresen, de que comenten en la clase sus lecturas. Un buen maestro es paciente, tiene sentido del humor, pero nunca inhibe a un alumno, nunca lo ridiculiza ni se mofa de él.

La buena maestra siempre se asegura de que sus alumnos entienden claramente lo que se espera de ellos. Muchos alumnos yerran o emprenden tareas equivocadamente porque no entendieron la pauta o el procedimiento supuestamente explicado, o contestan erróneamente porque la pregunta estuvo mal formulada por el docente. ¡Con cuántos "reactivos" de opción múltiple me he encontrado que son absolutamente incontestables! ¡Los estudios etnográficos realizados en el salón de clase nos muestran que el tiempo promedio que los docentes dan a sus alumnos para contestar una pregunta no llega, en promedio, a los tres segundos!

Los mejores docentes saben que la indisciplina se debe al aburrimiento, por eso son capaces de diseñar y poner en práctica actividades participativas en las que todos los alumnos se interesan. Organizan los contenidos alrededor de conceptos integradores que tengan una relación estrecha con problemas de la vida diaria de los alumnos y son capaces de integrar los saberes cotidianos con los saberes escolares.

Los buenos maestros saben utilizar muchos recursos y estrategias para el aprendizaje, no se limitan a "dar su clase". Organizan debates, discusiones, paneles, consultas, intercambios, seminarios; utilizan sistemáticamente la biblioteca escolar y otras bibliotecas, así como otros recursos de fuera de la escuela: folletos, revistas, periódicos, fotografías, carteles, videos, programas de televisión, películas, cintas magnetofónicas, etcétera. El buen maestro busca estos recursos, no se conforma con esperar a que le sean proporcionados.

Un buen maestro utiliza una diversidad de procedimientos para la evaluación formativa (durante el curso) y sumativa (final) de su propio curso y de los logros académicos de sus alumnos. Utiliza los resultados de la evaluación formativa para atender problemas y carencias, así como para reorientar su propio desempeño. En todo caso, un buen docente sabe que la evaluación es una actividad más de aprendizaje al servicio de sus alumnos y de él mismo. El buen maestro siempre busca formas de evaluar su propio trabajo.

Un buen docente dialoga con sus colegas, discute sistemáticamente sobre los problemas que tiene en su desempeño, pide consejo, asiste a otras clases para observar el desempeño de otros docentes y los invita para que observen sus propias clases para recibir la crítica de ellos. Los buenos maestros siempre participan con sus compañeros en la planificación y el desarrollo de las actividades institucionales.

Un buen maestr@, un buen docente, siempre está evolucionando, siempre está aprendiendo. Cuando un docente no está ya dispuesto a aprender, está acabado, como maestro y como persona. El maestro que comienza, el de poca experiencia, por lo general intenta enseñarles a sus alumnos lo que sabe; conforme avanza profesionalmente, el maestro diseña actividades de aprendizaje gracias a las cuales los alumnos aprenden por sí mismos lo que el maestro sabe; los maestros que logran mayor madurez son capaces de diseñar experiencias de aprendizaje en las que los alumnos profundizan en su propia formación, aprendiendo cosas diferentes a las que el maestro ya sabe; avanzan todavía más cuando son capaces de lograr que los alumnos mismos colaboren en el diseño de sus propias actividades de aprendizaje, durante el desarrollo de las cuales ellos construyen sus propios conocimientos; los mejores maestros logran que sus alumnos diseñen sus propias metas, piensen en sus propios objetivos y propósitos, pues con todo ello están contribuyendo a formar personas independientes, que toman decisiones por sí mismas. En todo ello deben ser considerados no solamente los conocimientos, sino también los procedimientos, los métodos, las actitudes, las relaciones interpersonales, los valores, el júbilo que produce el saber que lo que se hace está bien hecho.

Aunque la lista no es completa, ni mucho menos, vamos a dejarla allí para no abrumar al estoico lector. Pero si quien ha leído esto es padre de familia, o si es docente de cualquier nivel educativo, de la educación inicial al postgrado, o si es directivo de alguna institución de educación básica, media superior o superior, yo le invitaría a buscar quiénes de los maestros de sus hijos tienen estas características, si yo mismo como docente las tengo, si los docentes de la institución a mi cargo las ostentan, porque ocurre que todas estas cosas se aprenden o debieron ser aprendidas en la Normal, en los cursos y talleres de formación de docentes para la educación superior, y por lo tanto tenemos el derecho, como ciudadanos, de exigirlas en todos aquellos que se atreven a pararse frente a un grupo en cualquier establecimiento que pretende ser educativo.

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