miércoles, 13 de junio de 2018


Mayo 21, 2018


NUEVA Carta de un docente

Empecemos a trabajar con nuestros estudiantes en el pensamiento crítico, la argumentación y el debate, porque estos elementos o herramientas permitirán su formación. 
Hoy es un día en que reflexiono y cuestiono mi labor como docente de manera personal, y quise dejar abierta la posibilidad que otros puedan leerla y tener un espacio de meditación sin la necesidad de verse cuestionados o señalados por su labor.
Simplemente, esto es una oportunidad de mostrar algo que pueda servir de aporte para la vida personal y profesional y, constitucionalmente, se pueda acoger a la libertad de expresión. La intensión de este escrito es aportar elementos que sean valiosos para la academia.
Desde esta óptica, si hablamos de experiencia laboral en los procesos de formación, puedo decir con orgullo que llevo más 20 años con ella: desde la universidad surgió mi vocación docente al ser monitora y en mi tiempo libre al dedicarme a dar clases de refuerzo a niños con dificultades académicas.
Luego me desempeñé como docente universitaria por 3 años, además de estar en el sector privado por más de 11 años aportando crecimiento personal y laboral con capacitaciones de diversos temas. Y, también, en el sector público, el más hermoso de todos desde mi vivencia personal, he laborado por 8 años.
Lo curioso de esta experiencia es que siempre se escuchan expresiones que tratan de justificar resultados académicos, de servicio, de indicadores de gestión, en los cuales el común denominador es: “La culpa es de…”.
Lo relevante no es buscar culpables a título personal para justificar. Lo verdaderamente importante es realizar un análisis de las situaciones en donde se identifiquen las categorías o variables que influyen en estos resultados y, desde lo pedagógico, reconocer qué puedo hacer yo para que cambien las cosas de manera positiva o cambien los resultados no solo desde indicadores, sino desde el mismo ambiente en el entorno.
Es así como nuestra profesión se vuelve complicada, pesada y en algunas ocasiones decepcionante. Y si tú no tienes la vocación podrías estar entrando a la zona de confort y ser parte de lo que tanto criticas.
De todo esto las preguntas que surgen son:
  • ¿Qué tanto estás dispuesto como docente a no caer en la zona de confort?
  • ¿Eres un inconforme creativo? Porque está bien ser inconforme, quiere decir que estás cuestionando las situaciones que están mal, pero lo verdaderamente relevante es qué estás haciendo para que, aunque sea un granito de arena, las condiciones cambien un poco.
  • Si mi estudiante está haciendo trampa o considero que de alguna manera lo hizo, ¿cómo puedo garantizar, sin juzgar, que este estudiante en realidad pueda tener un aprendizaje de la situación que está viviendo?
  • Si soy consciente de las acciones inapropiadas a las que pueda llegar un estudiante para conseguir un aprobado, ¿qué hago en ese instante para que una situación tan desagradable se convierta en un proceso formativo que le enseñe al individuo a reconocer el error y aprender de el para crecer como persona? Y, ¿cómo, desde mi posición docente, cambio el chip de reprobar al estudiante por el que garanticé el aprendizaje y su formación integral?
  • Otra posición desde el aprendizaje es: estoy utilizando el ejercicio de ejemplo más difícil de resolver que contengan todos los elementos necesarios que alguien debe saber o voy a buscar el ejercicio más difícil para que en la evaluación no lo puedan desarrollar. En realidad, ¿cuál es nuestro propósito?
Existe en nuestro alrededor el fraude, el facilismo y la corrupción, es cierto. El punto no es sentarnos a decir que nos están midiendo o que necesitamos cumplir con unos indicadores, lo verdaderamente importante es que todos queremos calidad en la educación y para saber si lo estás consiguiendo o no, es relevante que ésta sea medible.
La estrategia para que esto mejore es ser coherentes con lo que se está midiendo, con lo que se está haciendo, con lo que ponemos en práctica y con lo que percibe la comunidad educativa. Si no hay coherencia en estos componentes, quiere decir que en algo se está fallando y se debe empezar a buscar la solución para mejorar el resultado del elemento que falla.
Como conclusión a este razonamiento, se puede decir que tenemos una sociedad enferma y eso lo sabemos: personas con baja autoestima, problemas familiares, familias disfuncionales, padres que en la actualidad han sido formados bajo las condiciones actuales que están, currículos ocultos y otra serie de aspectos que contribuyen a que la sociedad siga intolerante, sin solidaridad, con ganas de destruir de manera consciente o inconsciente y esto es en todos los estratos.
No hay que olvidar que, como docentes, somos los artífices y principales responsables de los profesionales, técnicos, tecnólogos y demás personas que salen a la sociedad y que las familias deberían tomar la principal responsabilidad, pero desafortunadamente si las familias están enfermas, ¿qué pueden aportar al proceso formativo?
Por eso es importante que nosotros los docentes empecemos a generar el cambio, contribuyendo en la nueva generación para que no se olviden de soñar, el principal elemento, y destruyan el síndrome de la desesperanza que se percibe en la gran mayoría de las nuevas generaciones. Así mismo, empecemos a trabajar con ellos el pensamiento crítico, la argumentación, el debate, porque estos elementos o herramientas te permitirán formar al individuo.
No hay que olvidar que nosotros estamos al servicio de los estudiantes e incluso de los padres, y servir es dar algo en beneficio de otro.
Si vemos que desde mi práctica docente estoy fallando, hagamos investigación pedagógica para identificar los elementos que están afectando los resultados, no los cuantificables, sino los que afectan ese proceso de formación integral y que no permite que se haga transformación.
Recordemos que somos el ejemplo de muchos individuos. Ellos serán o son lo que son, porque nos copian hasta las expresiones. Si seguimos hablando con odio, desprecio, desgano, intolerancia, inconformidad, eso es lo que es proyectamos en los demás y estaríamos contribuyendo a la gran enfermedad de la sociedad.
Pero hay otra versión: aquella en la que somos los superhéroes y es mucho mejor cuando ni siquiera nos damos cuenta de ello. Allí nos convertimos en Maestros: los ideales, los tolerantes, los amorosos, los que la sociedad necesita para convivir sanamente.
Enseñar es una pasión y cuando se hace de esa manera dejamos huella en la vida de muchas personas. No soy perfecta: soy un ser humano y me equivoco, pero tengo la plena convicción de que Dios me tiene aquí para aportar de manera positiva con aspectos que serán de una utilidad a una sociedad pacífica y/o sana, que tal vez no alcance a ver pero que si logro evidenciar, me doy por bien servida.
Esta idea surge con cada uno de esos profes que estuvieron en mi vida, porque algunos superaron esa barrera y reconocieron en su momento que se estaban equivocando. Al final, ellos concluyeron que eran los artistas que moldeaban a esa personita del futuro. A esos profes, mi gratitud.
Otros que no llamo profes si no maestros, son ejemplo de compromiso, dedicación y pasión. Los llevo en el corazón. Son los responsables de todas esas cosas buenas que pasan a título profesional. Ellos han trascendido porque hacen parte de la historia que estoy escribiendo con mis estudiantes. Para ellos, mis felicitaciones, sentido de admiración y gratitud.

Escrito por
Ingeniera de sistemas, especialista en gerencia del talento humano, especialista en estudios pedagógicos y maestrante en educación.

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