domingo, 1 de marzo de 2015

 01 DE Marzo DEL 2015
CONSEJO DIVINO.
TOMADO DE ECLESIASTÉS

PARTE II

DEL  LIBRO DE DIOS "ECLESIASTÉS  CAP. II - 2"

Delicias, riquezas y afanes de los hombres, todo es pura vanidad.
  

Entonces dije yo a mi corazón: iré a bañarme en delicias y a gozar de los bienes presentes. Más luego eche de ver que  también esto es vanidad. Por lo tanto, a la risa la tuve por desvarío, y dije al gozo, o placeres mundanos: ¡Cuán vanamente te engañas! Enseguida resolví en mi interior el negar a mi cuerpo el uso del vino  y demás deleites, para dedicar mi ánimo a la sabiduría, y evitar el error, hasta experimentar que cosa sería más útil a los hijos de los hombres; o en que deben emplearse en este mundo en los pocos días que vivan en él. Yo mandé hacer magnificas obras, me edifique casas de placer, y plante viñas: forme huertos y vergeles, y puse en ellos toda especie de árboles: construí estanques de aguas, para regar el plantío de los árboles. Poseí muchos esclavos y esclavas, y llegue a tener numerosa familia: así mismo ganados mayores, y muchísimos rebaños de ovejas, más que los que habían tenido cuantos fueron antes de mí en Jerusalén.

Amontoné plata y oro, y los tesoros de los reyes y de las provincias que sujeto mi padre. Escogí para mi palacio cantores o músicos, y cantoras, y cuanto sirve de deleite a los hijos de los hombres: vasos y jarras preciosos para servir el vino en mi mesa: y sobrepujé en riqueza a todos los que vinieron antes de mí en Jerusalén. En medio de todo esto permaneció conmigo la sabiduría. En suma: nunca negué a mis ojos nada de cuanto desearon: ni vede a mi corazón el que gozase de todo género de deleites, y se recrease en las cosas que tenía yo preparadas: antes bien juzgué ser esta mi suerte, al disfrutar de mi trabajo o industria. Más volviendo la vista hacia todas las otras de mis manos, y considerando los trabajos en que tan inútilmente me había afanado, vi que todo era vanidad y aflicción de espíritu, y que nada hay estable en este mundo.

Pasé de aquí a contemplar la sabiduría, y los errores y las necesidades de los mortales; (pero, ¿quién es el hombre, dije, para poder seguir las obras del rey su creador?). y eché de ver que tanto se aventaja la sabiduría a la necesidad, cuanto se diferencia la luz de las tinieblas. Tiene el sabio sus ojos en su frente; pero el necio anda a oscuras. Con todo observé que ambos a dos vienen a morir igualmente. Por lo que dije en mi corazón: si yo he de morir lo mismo que el necio, ¿De qué me sirve haberme aplicado con mayor desvelo a la sabiduría? Y discurriendo para conmigo, inferí que aún esto por sí solo era vanidad. Porque no ha de ser eterna la memoria del sabio, como no lo es la del necio; y los tiempos venideros sepultarán en el olvido todas las cosas; muriendo así el docto como el ignorante. Por tanto he cobrado tedio a mi propia vida, viendo que debajo del sol no hay más que males, y que todo es vanidad y aflicción de espíritu.

Deteste también toda aquella aplicación mía, con que en esta vida me había afanado con tanto empeño; habiendo de tener después de mí un heredero, que ignoro será prudente o tonto, el cual poseerá el fruto de mis trabajos, que tantos sudores y trabajos me costaron. ¿Y puede haber cosa más vana que esta? Por cuyo motivo he dado de mano a todas estas cosas, y he resuelto en mi corazón no afanarme más por nada de este mundo. Visto que después de haber uno trabajado con sabiduría y doctrina, y desveládose, viene a dejar lo adquirido a un holgazán: cosa que ciertamente es una vanidad y mucha desdicha. Porque ¿Qué fruto saca el hombre de todos sus afanes, y de la aflicción de ánimo con que se atormenta en este mundo? Llenos están de dolor y de amargura todos los días; ni aún por la noche goza de reposo su alma. ¿Y no es esto una suma vanidad o miseria?

¿No sería mejor comer y beber con sosiego, y regalarse con lo ganado a costa de sus fatigas? Pero este don viene de la mano de Dios. ¿Quién podrá regalarse y abundar en delicias tanto como yo? Y con todo soy infeliz, Dios, al hombre que le es grato, le da sabiduría, y ciencia, y contentamiento; más al pecador le envía aflicciones, e inútiles cuidados de acumular y almacenar bienes para dejarlos a quien Dios quiera: lo que no menos es vanidad, e inútil tormento del ánimo.

Leed tranquila y concienzudamente y hallaras en cada frase, en cada palabra una enseñanza del libro del Señor. Medítalos y   aplícalos en tu vida, en tu familia y sobre todo compártelo con tus estudiantes. Cada día el Señor te da una enseñanza y una palabra para reflexionar.


FELIZ SEMANA Y CALCULAD TODO PARA NUESTRO GRAN EVENTO.

JJ = J2


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