jueves, 29 de octubre de 2020

 EL PROPÓSITO ES QUE TODOS LOS ESTUDIANTES APRENDAN

PERO QUE POR NINGÚN MOTIVO DESAPAREZCAN DEL SISTEMA EDUCATIVO.

La pandemia es más que una crisis de salud; es una crisis económica, una crisis humanitaria, una crisis de seguridad y una crisis de derechos humanos, que ha afectado a las personas, las familias y a toda la sociedad. La crisis ha puesto de relieve las fragilidades dentro de las naciones y entre ellas. No es exagerado sugerir que nuestra respuesta implicará rehacer y desimaginar las estructuras mismas de las sociedades y las formas en que los países cooperan para el bien común. Para salir de esta crisis será necesario un enfoque que abarque a toda la sociedad, todos los gobiernos y todo el mundo. Impulsados por la comprensión y la solidaridad”.

Esta pandemia ha puesto al descubierto que vivimos en un país ampliamente rural, donde las desigualdades económicas, sociales, culturales, educativas y tecnológicas son abismales, que nuestro incipiente sistema de investigación había sido desactivado, que la educación ha sido la cenicienta del gobierno, que ninguna institución estatal o privada estaba preparada para afrontar una crisis de esta naturaleza y sobre todo que los colegios carecían de infraestructura, de dotación tecnológica, de personal cualificado para afrontar la educación virtual, que nuestros niños millennial (generación Y), no contaban con celulares y no eran tan aventajados en su uso como creíamos, y para completar, que el servicio de internet es un privilegio para  una reducida franja de nuestra sociedad.

Si los colegios que deben ser la joya de la corona de cualquier país con proyección no estaban mínimamente dotados, imaginemos a nuestros estudiantes en geografías donde hay lugares que para captar la señal de celular se deben subir a un árbol o llegar a un lugar específico y a una hora determinada para tener unos minutos de internet, con profundo dolor tengo que decirles que hay familias que hasta para ir a recoger las fotocopias o el PAE, es una tragedia.

Siendo así, sería ingenuo pensar en una educación de calidad y menos pretender comparar la educación presencial con la educación virtual en las condiciones y con la situación que estamos viviendo en este momento, es posible que dentro de cinco o diez años este modelo “el virtual” se imponga y sea altamente eficiente, efectivo y eficaz;  pero primero tendríamos que democratizar la educación en todo el territorio nacional, dotar de equipos tecnológicos de punta a los estudiantes  y considerar la conectividad como un servicio básico de primera necesidad y gratuito para todos; de igual manera, no podemos caer en la falacia que la entrega de guías y su correspondiente devolución totalmente resueltas garantice el aprendizaje.

La forma de orientar y dinamizar los procesos educativos ha cambiado, al igual que la forma de apropiarse de ese conocimiento. Esta pandemia ha afectado el desarrollo de los currículos y los aprendizajes en todo el mundo, lo cual nos llevará varios años de ajuste e intensas nivelaciones.

Si entendemos la dimensión de la pandemia y nos ponemos en el lugar de las familias de nuestros niños, no deberíamos rasgarnos las vestiduras porque algunos estudiantes no hayan adquirido las competencias cognitivas que pretendíamos, no, sin duda vamos a tener estudiantes con deficiencias y razones válidas hay miles de cada uno de ellos.

Como parte vital del sistema educativo debemos entender que el mundo ha cambiado y por consiguiente la forma de enseñar y adquirir el conocimiento como lo teníamos concebido. La educación virtual ha llegado para quedarse y para eso tenemos que prepararnos.

En esta etapa de transición, debemos pensar en un currículo que tenga en cuenta las habilidades socio-emocionales de los estudiantes y de sus familias, para lo cual es necesario contar con maestros humanistas, que tengan un conocimiento amplio en el manejo de las emociones, la solución de conflictos y sobre todo dotados de esa capacidad para escuchar y comunicarse en forma asertiva. Recordemos que una llamada telefónica, un mensaje de WhatsApp o un mensaje de audio con una palabra X pueden hacer la diferencia para llevar a un estudiante a desfallecer o a persistir en su propósito.

Porque no pensar en integrar los currículos, liberar contenidos y centrarnos en lo fundamental. Debemos deliberar sobre lo que se debe aprender y como integrar a la familia, desarrollando en cada niño, niña o adolescente competencias de autonomía y responsabilidad. Cada familia tiene algo, poco o mucho para enseñar (no desconocer la inteligencia cultural de cada ser humano). Debemos perder el temor a que las familias se integren al proceso educativo, bienvenido el acompañamiento e interacción con los padres, madres o cuidadores, fieles al principio vigostkiano que nos recuerda que “el conocimiento se da en la interacción con otras personas”, y que mejor, que estas interacciones sean en la familia.

Todos los que trabajamos en educación tenemos un compromiso vocacional, hacer lo mejor por la educación de nuestros niños y a eso nunca nos hemos rehusado.

Como docentes probos, convencidos que la educación es la mejor herramienta para lograr un país más justo y equitativo, con una proyección meridiana de todo lo que pueda suceder, seguiremos trabajando con optimismo bajo el aura de la diosa Temis (Diosa griega de la ley de la naturaleza, de la justicia, que suele representarse con una balanza en una mano y una espada en la otra, y en la mayoría de las ocasiones con los ojos vendados). Nos ha llegado el momento cumbre para tomar la decisión final; pero sin dejar de tener en cuenta que la pandemia no ha terminado y entender que el relajamiento o el desacato de las medidas de Bioseguridad nos puede llevar al confinamiento total, acabando con la reactivación económica, a tener contagios generalizados y  a la prolongación de la educación virtual.

En cualquier caso nuestro propósito ha sido, es y será siempre, que todos nuestros estudiantes aprendan y que por ningún motivo deserten del sistema educativo, menos en este tiempo de pandemia.

Mil aplausos a todos los que practican la profesión docente porque siempre han estado a la altura de cualquier situación en beneficio de la educación y de nuestros niños.  

Jaime Julián Angulo Paredes

Rector

IERD. CACICAZGO

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