miércoles, 27 de febrero de 2013

EL CACIQUE, QUE QUISO CONVERTIR UN ÁGUILA EN UNA GALLINA.


VIERNES 07  DE OCTUBRE  DEL 2011
E
L CACIQUE, QUE QUISO CONVERTIR UN ÁGUILA EN UNA GALLINA.



“PARA RECORDAR SIEMPRE” 
Hace mucho, pero mucho tiempo, cuando aún en los alrededores de la vereda de Cacicazgo existían arboles tan inmensos que tocaban el cielo, pinos gigantescos, araucarias tan grandes y tan frondosos que tapaban la luz del sol, arboles de amarillo que resguardaban los nidos de las aves, palmas de cera que proveían de alimento a pavas y loros, cedros y  robles enormes que se entrelazaban y tejían una selva espesa, con la que la manigua, frailejones y matorrales, cubrían los valles y las montañas de Suehica hoy Suesca,  y en la que vivían y se  refugiaban pavas, garzas, patos, perdices, águilas y una cantidad de aves salvajes que cantaban alegremente en la selva,  alimentándose libremente entre las ramas de los arboles o picoteando los frutos caídos en el suelo, en un hábitat delicada y perfecta en la que vivían en sana y perpetua armonía nativos, aves, animales y reptiles que hoy parecen haberse extinguido de la faz de la tierra y en la que podían encontrarse con facilidad   conejos, ardillas, siervos, venados, tigrillos, búhos, armadillos y hasta algunas serpientes de cascabel; vivo allí un viejo y sabio psihipkua o cacique llamando el cacique Saguamanchica.
 Eran los tiempos en que el rio que hoy se ve lánguido y escaso de agua, era la fuente principal de vida para los nativos (indios muiscas) que habitaban estas tierras; en sus orillas provistos de afiladas lanzas y flechas con puntas envenenadas, podían  cazar  peces, lagartos y caimanes, lavar y limpiar sus poporos y proveerse en manantiales cristalinos de agua pura y fresca, los cuales parecían ser la fuente eterna de sus vidas y de su felicidad.
Los nativos (indios muiscas) que habitaban estas tierras  eran expertos en el cultivo del maíz, la papa, la quinua y el algodón con el que hacían sus mantas y trajes, estos nativos practicaban el trueque entre comarcas, intercambiando sal, oro, cerámicas, coca y esmeraldas.
Estas tribus tenían algunas raras y sagradas costumbres, que eran trasmitidas de generación en generación,  por ejemplo: Los caciques quienes eran elegidos después de varios meses de  competencia, en las que incluían pruebas de fuerza, destreza con las armas, lucha, conocimiento y habilidad en la cacería, debían vivir y morir más cerca de su hermano Xue (el dios sol) y de su hermana Chía (la diosa luna) y hacer de cuando en cuando largos periodos de retiros y de reflexión espiritual, donde se les revelaban secretos y misterios del pasado y del futuro para el bien de la tribu.
Los jóvenes caciques eran los encargados de dirigir y guiar a las tribus, los ancianos caciques, cuando llegaba el momento de su retiro y ser sustituidos por un cacique más joven y fuerte; entregaban el cargo en una ceremonia ritual y se retiraban a vivir una vida  mística y espiritual en la parte más alta de los territorios de Cacicazgo,   sus acompañantes, familiares más cercanos y un grupo de Güeches (guerreros indios) quienes hacían parte de su guardia personal,  vivían en la parte plana al otro  lado del entonces rio Bacatá, hoy llamada y conocida como vereda de Guita; debían estar pendientes y llevar los consejos y recomendaciones a los grandes caciques como Nemequene, Guatavita o Tisquesusa.
Cada año y cuando se aproximaba  la fecha del solsticio de verano, 21 de junio, en el que se da el día más largo del año, fecha que conocían y tenían bien identificada los indígenas; los muiscas,  chibchas y demás tribus del altiplano Cundiboyacense,  se disponen a celebrar junto con su hermano el sol, su hermana la luna y sus hermanas las estrellas una gran fiesta, cargada de  poder, magia, ritos y fecundidad.
Las hadas y demás deidades de la naturaleza andaban sueltas por los campos; los agricultores daban gracias por el verano, las cosechas, las frutas y por disponer de más horas para cumplir con sus tareas y entregarse también a la fiesta y a la diversión.
Era el momento justo para pedir por la fecundidad de la tierra y de los mismos hombres; además se debía comenzar a almacenar alimentos para pasar el  invierno.
A este rito de la fecundidad, asistían indios de todos los rincones de la comarca, en el que a media noche y cuando la luna llena se posaba sobre el centro de la laguna  Guatavita,   el poderoso cacique de turno, tomaba los regalos de oro, esmeraldas y diamantes, y en compañía de diez princesas vírgenes indias, se dirigía al centro de la laguna en una balsa, y completamente desnudo, pero cubierto con polvo de oro, se lanzaba con sus ofrendas a las aguas de la laguna sagrada, hasta que esta se teñía completamente de color dorado por el polvo de oro que lanzaban  las princesas y los súbditos desde la orilla,   para  luego salir limpio y purificado y dar comienzo en medio de gritos, algarabías  y tambores al gran rito y desenfreno de la fecundidad.
Saguamanchica, era un viejo y admirable cacique que había celebrado muchas veces el rito de la fecundidad, pero que ahora se había retirado a vivir sus últimos años en las montañas de cacicazgo.
Una mañana y cuando apenas comenzaban los primeros días del verano, muy temprano y antes de que los primeros rayos del hermano sol disiparan las tinieblas, el viejo cacique  Saguamanchica,  quien ya tenia muchas lunas de retiro y quien vivía en lo alto de la montaña de cacicazgo, decidió salir de su maloka, bajar hasta la orilla del rio bacatá, para luego, recorrer  el camino de las empinadas rocas hasta llegar a las cuevas   de Suehica, donde depositaban los restos mortales de los caciques, con comida y tesoros para su viaje al más allá.
El viejo y sabio cacique Saguamanchica, decidió esa mañana avanzar y arriesgarse un poco más de lo acostumbrado entre los riscos y llegar al punto más alto y peligroso desfiladero, desde allí y muy lejos en lo profundo de la montaña y al otro lado del rio bacatá se podía divisar un pequeño y hermoso valle, en donde se veía la aldea de su pequeño clan familiar, el viejo cacique se paro sobre una enorme roca, que parecía una loza de marfil, el hermano sol, apenas comenzaba a rayar en el cielo  y desde allí e impulsado por una fuerza misteriosa, fue obligado a avanzar unos pasos más hasta el filo de la montaña.
Allí y en un peligroso saliente del profundo desfiladero, puedo ver el nido de un águila el cual contenía un enorme huevo que brillaba como el oro.
Con la experiencia que le caracterizaba y conocedor de las técnicas para avanzar entre los riscos, avanzo hasta el nido, tomo el enorme huevo con cuidado, lo metió cuidadosamente entre su manta y lo llevo consigo hasta su casa y allí, decidió ponerlo a empollar entre una nidada de huevos de gallina.
Pasado algún tiempo y cuando los huevos empezaron a reventar, el viejo cacique Saguamanchica, pudo ver que entre los polluelos había un pollo grande con relación a los demás y de un color cobrizo extraño, volvieron a su mente los recuerdos del huevo de águila que había recogido tiempo atrás y que había puesto a empollar entre los huevos de gallina, así, que pensó y decido criar  a esa águila como una gallina.
El polluelo de águila quien corría y piaba como los pollitos, andaba tras  la mamá gallina y comía granos como los demás pollos, picoteando lombrices y piando como un pollos cualquiera…, era un pollo más.
Con el tiempo el aguilucho, aprendió a correr como las gallinas, comía y picoteaba lo que las gallinas, cacareaba como las gallinas y hacia lo que hacían las gallinas, se había convertido en una gallina más, aunque mucho más grande y fuerte, además, con garras y un pico grande y afilado diferente al de las gallinas.
El viejo cacique vivía, satisfecho al ver su sueño convertido en realidad,   había logrado convertir un águila en gallina,  había logrado  criarla miedosa, bulliciosa y temerosa como una gallina, de vez en cuando la tomaba entre sus manos, la acariciaba y le ofrecía granos que el ave picoteaba mansamente y sin protestar.
Un día, llego a la casa del viejo cacique un expedicionario, el  cual vestía botas altas de piel de cocodrilo, chaqueta de cuero de oveja, morral de piel de culebra y sombrero de alas ancha adornado con plumas de águila.
Después de tomar y refrescarse con un poco de chicha, el viejo cacique lo invito argulloso a ver su corral de gallinas, para lo cual tomo un puñado de granos desde una totuma y lo lanzo gritándole a las gallinas,  al instante empezaron a  aparecer, a correar y a cacarear picoteando alrededor de los dos hombres,… más de doscientas gallinas y entre ellas una enorme y extraña ave que picoteaba y cantaba al igual que las gallinas.
Al verla, de inmediato el expedicionario le dijo al viejo cacique:
Gran cacique, perdone, pero esa ave, no es una gallina… esa ave es un águila y pertenece al cielo y al viento como las águilas.
El viejo cacique dejo escapar una carcajada y le respondió: esa ave se ha criado con las gallinas, come lo que comen las gallinas, canta como  las gallinas y es temerosa como las gallinas, así, que es una gallina.
El  expedicionario pidió al viejo cacique que le dejara demostrar que esa ave no era una gallina sino un águila y por lo cual, pertenecía al viento, al cielo y al espacio, como las águilas… así que la tomó entre sus manos, se empino lo más alto que pudo, levanto sus brazos y con fuerza y decisión le grito: vuela, vuela, que eres un águila, vuela, pues naciste para volar y conquistar el cielo y las alturas.
El aguilucho, encogió la cabeza como lo hacen normalmente las gallinas, miro desconcertado a uno y otro lado del piso y saltó a tierra para seguir picoteando como las demás gallinas.
El viejo cacique soltó de nueva su característica carcajada y se dirigió de esta manera al expedicionario: Ja, ja, ja, ja,… le dije que esa ave se ha criado entre las gallinas, es temerosa como las gallinas,  corre como las gallinas, porque la he criado como una gallina, así, que seguiría siendo una gallina.
El expedicionario preocupado pero seguro, le pidió al viejo cacique que le dejara hacer otro intento para demostrarle que esa ave era un águila y no una gallina como el pensaba.
Al día siguiente, el expedicionario, tomo el águila y subió a lo más alto del techo de la choza,  levanto lo más alto que pudo al águila y desde allí con fuerza le grito…, vuela, vuela, que eres un águila, perteneces al viento, al aire, vuela porque naciste para vivir y conquistar las alturas… el águila se encogió temerosa entres sus alas, miro asombrada a uno y otro lado  de la choza y brinco a la rama de un árbol cercano para desde allí, saltar al piso y seguir picoteando con las demás gallinas en el suelo.
El viejo cacique que observaba intrigado, soltó otra carcajada de felicidad para luego decir: Se lo dije…, esa ave, se ha criado entre las gallinas, es temerosa como las gallinas y seguirá siendo una gallina hasta el fin de sus días. 
El expedicionario muy preocupado, pero seguro de lo que creía, le pidió al viejo cacique Saguamanchica que le dejara hacer un último intento.
Esa noche, el viejo cacique invito al expedicionario a comer conejo asado, mazorcas hervidas, papa sancochada y pescado ahumado acompañado de una totumada de chica que había molida días antes con sus dientes.
 Al día  siguiente y muy temprano en la mañana se dirigieron a la parte más alta de la montaña, por el camino de los riscos, a la orilla del desfiladero, recorriendo el mismo camino que años atrás había seguido el viejo cacique cuando había encontrado el extraño huevo, allí el viejo cacique le mostro las cuevas sagradas, el peligros camino por el desfiladero  y el lugar exacto donde había encontrado el misterioso huevo de águila.
El expedicionario con mucha dificulta llego hasta el punto donde aun permanecían restos de un nido de águila, el sol comenzaba a brillar en el horizonte, tomo el águila entre sus manos, la levanto un poco y esta al instante y como despertada de un profundo letargo, comenzó a sacudirse y empezó a abrir  sus poderosas alas, pero se podía sentir un temblar en todo su cuerpo que se trasmitía a las manos del brillante expedicionario, un segundo después, empezó a estiro su cuello y giro su cabeza a uno y otro lado de su cuero para ver lo profundo del abismo, el expedicionario, la levanto entre sus manos apuntándola directamente hacia el naciente sol, los rayos del astro rey penetraron en lo más profundo de los ojos del águila, ésta estiro su cuello como si quisiera tocar con el pico el mismo sol, produciendo al mismo tiempo un sonido extraño entre sus pulmones, abrió sus poderosas alas un poco más y las empezó a batir suavemente hasta tal punto de quedar suspendida en el aire, solo las enormes garras tocaban las palmas de las manos del expedicionario, el cual en un arrebato de emoción y al filo del precipicio, levanto sus manos dirigiendo el águila en dirección al sol y  le grito: vuela,  vuela, que tienes sangre de águila, corazón de águila y naciste para conquistar el cielo y el espacio, vuela porque eres una águila y no una gallina como te han criado, vuela,  porque eres la reina de la aves, del aire, del cielo y de las alturas.
El águila dio un salto y con un grito de triunfo, se lanzo en picada a lo profundo del precipicio, luego extendió sus poderosas alas y se perdió en lo profundo entre las montañas.
Dice la historia que cada mil años vuelve un águila dorada a poner un huevo de oro entre las rocas y que aquel que lo encuentre tendrá el poder de cambiar el corazón de los hombres.
En esta historia hay tres personajes importantes:
Primero, el viejo cacique, quien había criado al águila como una gallina y creía ciegamente que esta nunca podría volar, este lo vamos a comparar con aquellos padres o personas que no creen en sus hijos, que los tildan de brutos, que no creen en ellos ni en sus capacidades, según ellos nunca podrán lograr grandes metas, nacieron para comer la migajas del piso que ellos les dan.
El segundo personaje, es el expedicionario, quien lo vamos a comparar con los maestros, esos seres, empeñados en demostrar que los estudiantes si pueden, que creen y les dan una y otra oportunidad para que salgan adelante, que los estimulan y los animan para que luchen y logren sus metas, a que nunca se rindan, a que entiendan que por difícil que sean las cosas hay que luchar y volar como las águilas.
El tercer personaje, es el águila,  que lo comparare con los estudiantes, con aquellos que a pesar de haber sido criados y maltratados por la vida, con aquello que a pesar de haber sufrido una y otra vez las injusticias de la vida, tienen sangre de águila, corazón de águila y quieren volar y alcanzar el triunfo, porque nacieron para vivir el éxito y volar lejos, muy lejos  del nido.
Quiero que rompan las ataduras, que se liberen y luchen por hacer realidad sus sueños…recuerden que solo ustedes pueden decidir lo que quieren ser… lo que serán y como lo lograran.  
Ahora solo tienes que escoger lo que quieres ser… si continuar picoteando los granos del piso  como una gallina o decidirte, dar lo mejor de ti y triunfar como el águila, tú  escoges.
Recuerden el éxito depende de cada uno de ustedes.
Con aprecio,
Jaime Julián Angulo Paredes                                                     


Espero que las recomendaciones y enseñanzas  de nuestro cacique, nos ayuden a ser mejores docentes. 

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