En vez de gritarles a tus hijos o a tus estudiantes, prueba con estas tres palabras
Cuando les gritas, les estás haciendo un grave daño.
Lo intentamos. Una y otra vez. El ensayo y error es nuestro método. Porque las madres intentamos superarnos día a día. Y aunque a veces no queremos gritar, ahí estamos, vociferando, espeluznadas, en esta carrera tan bella como enloquecedora que es la crianza de nuestros hijos.
La maternidad nos lleva por caminos impensados. Soñamos con ser esa madre dulce, que todo lo puede, que todo lo maneja. Pero un día, las cosas no salen como pensamos y nos salimos del eje. Entonces, gritamos. Y les pedimos a nuestros hijos que se porten bien. Y gritamos otra vez, pues no sabemos en verdad qué más hacer.
Pero puedes hacer algo al respecto
Piensa en su rostro cuando le gritaste por última vez a tu hijo. Estoy segura que tu pequeño retoño estaba librando una batalla interna para entender qué es lo que le estaba sucediendo a sí mismo, y por qué le afectaba tanto el hecho de que el brazo del transformer no se doble como él quisiera.
Y tú, perdiendo la paciencia le has dicho que ya deje de gritar. Para lo cual has levantado la voz tú también. Mientras él pataleaba en el piso y tiraba lejos su muñeco, tú te enojabas aún más diciéndole que ahora sí que ya no tendría ni un solo juguete nuevo más.
Y luego te has preguntado ¿Por qué le he gritado a mí hijo? Y abrazando a tu niña interior, haciendo las paces con ella, te has acercado a tu hijo para pedirle perdón. Nunca es tarde para ello, pero sí seguramente puedas encauzar ese enojo y dirigirlo con dulces palabras hacia algo positivo; algo que beneficie a tu hijo.
Gritarles es una pérdida de tiempo
De acuerdo a un estudio de la Universidad de Pittsburgh, gritarle a los hijos adolescentes puede desencadenar serios problemas de comportamiento, así como síntomas de depresión.
Mientras tanto, los expertos afirman que gritar a los niños puede ser tan negativo como golpearlos físicamente. Joseph Shrand, instructor de psiquiatría de la Escuela de Medicina de Harvard, afirma que los niños que reciben gritos de parte de sus padres escuchan menos las directivas. En el cerebro de los niños a quienes se les grita se activa el sistema límbico, lo que desencadena una respuesta de lucha o huida.
Cuando le gritas a un niño afectas su salud
Una investigación demuestra que sin importar el contexto, gritar a los niños los vuelve más agresivos; los asusta y les quita seguridad en sí mismos.
Si los gritos vienen acompañados de insultos, la carga negativa será mucho peor, y ello puede afectar la salud emocional del niño a corto y largo plazo. Cuando gritas a un niño estás dañando su autoestima, logrando que sean vulnerables en un futuro a cualquier tipo de abuso emocional y físico.
Lo he comprobado
Simplemente, hay veces que no puedo evitarlo. Y pido las cosas a los gritos. Pero es cuando menos esfuerzo mis hijos hacen, y es cuando menos se cumple el objetivo que yo esperaba. En cambio, cuando pido las cosas con calma, mis hijos no sólo escucharán, sino que tratarán de complacerme.
Y aunque muchas veces piense que gritar es la única forma que tengo de que me escuchen, luego caigo en la cuenta de que mis hijos no obedecen más cuando les grito sino cuando refuerzo su comportamiento positivo y les pido las cosas de buena manera.
Es decir, es mejor decir “Hijo, se que lo haces muy bien. ¿Podrías apilar esos cubos?”. En vez de decir “Eres un desordenado. ¡Ordena ya eso!”
Prueba con estas tres palabras
¿Quién lo les ha gritado alguna vez a sus hijos en la vida? Todas las madre y padres lo hemos hecho alguna vez. Somos humanos, y muchas veces no sabemos bien cómo manejar nuestras propias emociones.
Pero hay algo que puedes hacer para dejar de gritarles. Primero, es escuchar a tu corazón de niña y recordar cómo te sentías cuando mamá o papá te gritaban. Luego, tomar aire y implorar paciencia al Señor. Y por último, probar con tres palabras mágicas
“¿Te puedo ayudar?”
En una posición en la que quedes a su altura y puedas ver a tu hijo a los ojos, puedes repetir estas palabras cuando sientas que tu hijo ha perdido el control. Le estás diciendo que quieres ayudarlo a controlar sus emociones, o a atarse los cordones, o a hacer que funcione algo.
Le estás diciendo que lo entiendes, que tú estás ahí para comprender lo que está pasando y que puede contar contigo. Así siga enojado y frustrado, él sabrá que cuenta con tu apoyo.
Al rato podrás ver cómo viene a tí aceptando tu ayuda. La misma no siempre consistirá en que tú hagas las cosas por él. Sino que esa ayuda se trata de decirle que puedes impulsarlo a lidiar con sus sentimientos, los cuales aún no sabe aún muy bien cómo manejar.
Otras formas de ayudar, sin gritar
Además de ofrecer esas mágicas palabras que reconfortarán a tu hijo, puedes probar con otras alternativas. Lo que sí debes tener por seguro que gritar e insultar jamás debe ser el camino.
– Dile que lo comprendes, y que quieres ayudarlo
-Deja ver su mal comportamiento, pero hablando con calma
-Habla con tu hijo cuando ambos estén calmados
-No amenaces ni castigues, pero sí muestra las consecuencias
-Si es muy pequeño, distráelo con algo más; gritarle no servirá absolutamente de nada
Nunca es tarde para pedir perdón
Si ya has gritado demasiado o simplemente no puedes dejar de hacerlo, puedes recurrir a la mejor estrategia sanadora: el perdón. Pedir perdón a nuestros hijos es algo que la nueva generación de padres tenemos la suerte de estar inculcando.
No te avergüences de pedir perdón. Si les has gritado, discúlpate desde el corazón, y explícales que tú también tienes errores. Pero no dejes de marcarles los suyos.
El cerebro de un niño es tan moldeable como su corazón. Enséñale con tu ejemplo. Abraza tus emociones para que ellos abracen las suyas y sean libres. Y que la única vez que tengas que gritarles es para decirles ¡Te amo!
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