Hola, bienvenido al módulo de Formación Pedagógica Dialógica. Como ustedes tendrán la oportunidad de ver a lo largo de este módulo, la Formación Pedagógica Dialógica es un proceso profundo, ético de desarrollo profesional a través del cual pasan los educadores que forman parte del proceso de transformación de sus escuelas en Comunidades de Aprendizaje.
Para
comenzar vamos a reflexionar sobre la formación de los profesores. Muchos
estudios ya muestran el creciente número de ofertas de formación continua de
capacitación para profesores y profesionales de la educación en general.
Considerar
la diversidad en el aula, respetando y trabajando desde las diferencias, no
deja de ser un desafío para el profesor que, muy probablemente, no tiene en su
vida académica oportunidad para vivir y reflexionar sobre estas cuestiones, ya
sea como estudiante de educación básica, o como estudiante en la educación
superior.
Muchas
veces esta condición es preocupante, y es precisamente en este contexto que la
formación continua está ganando espacio. Es decir, que son formaciones que
pretenden decir a los profesores lo que deben hacer, a través de fórmulas
mágicas, para resolver problemas en el aula.
Muchas
veces la formación de profesores, llamada también educación de formación
continua o formación en servicio, son justificadas por la falta de conocimiento
que los profesores demuestran. ¿Pero es que precisamente por esta razón que
justifica la importancia de la formación del profesorado?
¿Ofrecer
una formación que tenga en cuenta los conocimientos y habilidades a nuestros profesores para que puedan aprender y enseñar cada vez mejor no sería
también una justificación importante?
Vea que
dice Denise Trent Rebello de Souza (profesora de la Facultad de Educación de la
USP, Doctor en Educación, por el Instituto de Educación, Universidad de
Londres) de esta oferta en su investigación titulada: Formación continua de los profesores y
el fracaso escolar: problematizar o argumento de incompetencia.
Seleccionamos
algunos extractos para usted:
Desde
hace algunos años se observa en el escenario educativo, la tendencia creciente
a ofrecer cursos de educación continua para los profesores. Esa tendencia puede
ser observada en el establecimiento de diversos convenios entre secretarias municipales
y estatales de Educación y las universidades, públicas y privadas, con el fin
de llevar a cabo programas de formación de profesores en formato de cursos (con
duración variada), seminarios, encuentros, conferencias y similares. Además de
los convenios, las propias secretarias, por medio de sus órganos centrales e
intermediarios también han asumido la tarea de capacitar´, ‘reciclar', 'mejorar
la competencia' del personal de la escuela, sean los profesores, directores,
coordinadores o supervisores. (P. 483)
(...)
Identificamos,
en ese sentido, la presencia de un argumento que viene siendo utilizado para
sustentar la creciente importancia atribuida a la formación continuada de los
profesores dentro de un proyecto de mejora de la calidad escolar. Tratase del argumento de la incompetencia,
cuya convicción afirma que la principal causa de la baja calidad del sistema
educativo es precisamente la incompetencia de los profesores. En función a su
malformación inicial, los profesores no sabrían cómo hacer frente a la
diversidad de estudiantes presentes en la escuela hoy, especialmente los de
camadas populares. En consecuencia, siguiendo esta línea de razonamiento, la
única o la principal acción que deben realizarse para mejorar la calidad del
sistema educativo, seria mejorar la competencia de los profesores. (P. 484)
(...)
La
preocupación por la competencia (o incompetencia) de los profesores no es
reciente. Sin embargo, el uso del concepto de competencia, en particular
'competencia técnica', recibió un nuevo impulso a partir de la publicación, en
1982 del trabajo “Magisterio de Grado 1: competencia técnica para el compromiso
político" autoría de Guiomar Namo de Mello. El análisis desarrollado,
suscitó un intenso debate en los círculos académicos envolviendo dos conceptos
relacionados con el oficio del profesor y la manera por la cual ese grupo era
(y hasta cierto punto sigue siendo) visto por el mundo académico, los medios de
comunicación y por sí mismo: competencia técnica y compromiso político. Su trabajo
inspiró la realización de otros, en su conjunto, aunque involuntariamente,
contribuyó a construir una visión esencialmente negativa de los profesores. Más
que negativa, una visión homogénea sobre el profesor y su práctica
docente, considera técnicamente incompetente y políticamente sin compromisos.
Es la fase pico del discurso de la incompetencia técnica del profesor y la idea
simplista, llevada adelante en los años siguientes, por el discurso académico
hegemónico y las políticas educativas, que "si tenemos una escuela de baja
calidad es porque los profesores son incompetentes"
Esta
línea de argumentación apuntaba a la salida para superar el fracaso escolar y
así mejorar la calidad de la escuela pública: ofrecer cursos de formación
continua para los profesores con el fin de remediar sus deficiencias de
formación inicial. Ya no serían más los niños y sus familias los culpables e
incompetentes, pero sí los profesores. Haciendo una analogía, los cursos de
educación continua adquieren un carácter compensatorio,
a semejanza de los viejos programas de educación compensatoria dirigidos a los
pre-escolares, en los años de 1970.
Entendemos
que el concepto de competencia ha ganado popularidad, tanto en el ámbito
académico y en todos los niveles del sistema escolar, a medida que las
explicaciones del fracaso escolar de los niños de las clases populares
comenzaran a cambiar de enfoque: los estudiantes y sus familias para la
institución escolar. En otras palabras, como las explicaciones tradicionales
basados en la Teoría de la Carencia Cultural comenzaran a ser criticadas, la
escuela, el profesor y su práctica volvieron a entrar en la escena, ganando una mayor visibilidad, especialmente el profesor.
En diversas ocasiones, análisis simplistas identificaron a los profesores como
los responsables por los graves problemas observados en las escuelas. (P. 484 y
485)
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