¿Qué esperas de un buen profesor?
Los grandes profesores siempre han entendido que su verdadero papel
no es instruir , sino enseñar la asignatura a los alumnos. La tutela y el
entrenamiento son el pulso vital de un sistema educativo vivo.
Ken Robinson
Cuenta Ian Gilbert que cuando en las investigaciones se les pregunta a los niños qué esperan de un buen profesor, aparecen de forma predominante en las respuestas el sentido del humor y la coherencia. Para justificar la importancia de generar diferentes emociones positivas en el aula para motivar y facilitar el aprendizaje del alumnado, el propio autor comenta: “el suspense, la intriga, la curiosidad, la novedad, la sorpresa, el sobrecogimiento, la pasión, la compasión, la empatía, conseguir objetivos, el descubrimiento, la competición, la superación de obstáculos, los logros, la sensación de avanzar … todo esto desempeña un papel fundamental para abrir el cerebro del aprendizaje” (Gilbert, 2005). En definitiva, seguimos hablando de la importancia decisiva que tienen las emociones en la educación y de la necesidad imperiosa de conciliar el conocimiento con el entretenimiento, o lo que es lo mismo, de armonizar el cerebro racional con el emocional.
En un experimento muy famoso, los investigadores mostraron cortometrajes de profesores a alumnos para que éstos evaluaran a aquellos únicamente a través de las imágenes observadas. A los pocos segundos de ver al profesor, estos alumnos lo valoraban de forma parecida a otros que ya habían estado un semestre en clase con él (Ambady y Rosenthal, 1993). A parte de demostrar este estudio la capacidad del alumno para detectar con rapidez qué profesor puede ser beneficioso para acompañar su proceso de desarrollo y aprendizaje, revela la importancia de la comunicación no verbal en las relaciones en el aula y, en definitiva, del ingrediente emocional. El buen profesor muestra expectativas positivas a sus alumnos y éstos son capaces de captarlas obteniendo mejoras académicas (efecto Pigmalión positivo).
¿Qué piensan los alumnos?
Quisimos plantear la cuestión que da título al presente artículo a un grupo de 39 alumnos de primero de bachillerato (etapa preuniversitaria en España). Para no condicionar las contestaciones, no se les facilitó ningún tipo de respuesta orientativa, aunque se les pidió que dieran tres, como máximo, que ellos creyeran que caracterizan a un buen profesor. Las respuestas fueron las siguientes:
Como observamos en el gráfico, los alumnos creen que la competencia profesional del profesor no se restringe a las cuestiones meramente académicas (conoce su materia) sino que, aun siendo importantes, han de ser complementadas por otras relacionadas con aspectos socioemocionales, entre los que destacan la necesidad de mantener una relación empática (se preocupa por el alumno), entender las problemáticas del adolescente actual tanto a nivel personal como académico (es comprensivo), u otros relacionados con el propio carácter (muestra entusiasmo o es simpático).
Lo cierto es que el profesor no puede estar margen de la opinión de sus alumnos y no puede plantear los procesos de enseñanza y aprendizaje sin tener en cuenta sus particularidades o no ser sensible a la diversidad.
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