LA
ATENCIÓN EN EL AULA: DE LA CURIOSIDAD AL CONOCIMIENTO
PARTE
II
Hoy
sabemos que la atención no constituye un proceso cerebral único sino que
existen diferentes redes atencionales que hacen intervenir circuitos neuronales
y regiones cerebrales concretas (ver figura 2). Según el modelo de Posner,
existen tres redes neurales o sistemas de regiones cerebrales que están
interconectadas (Posner y Rothbart, 2007):
·
Una red
que nos permite alcanzar y mantener un estado de alerta. Por ejemplo, cuando el
alumno se queda sorprendido ante el desenlace de un experimento de laboratorio.
·
Una red
que permite orientar la atención y seleccionar la fuente del estímulo
sensorial. Por ejemplo, cuando el alumno está buscando en clase al compañero
con el que tiene que realizar la práctica de laboratorio.
·
Una red
ejecutiva relacionada con los procesos de control que suministra la base del
comportamiento voluntario y que permite regular pensamientos, emociones o
acciones. Por ejemplo, cuando el alumno está intentando resolver el problema
planteado en el informe de las prácticas de laboratorio.
Aunque
existen también mecanismos inconscientes que permiten mantener la atención e
incluso que se creen que son importantes en la resolución creativa de problemas, nosotros nos
centraremos en los aspectos voluntarios y conscientes de la atención que
conlleva lo que conocemos como concentración y que desempeña un papel esencial
en una forma de memoria (memoria explícita) que es
la forma de aprendizaje utilizada en tareas escolares como los tradicionales
exámenes.
La
atención ejecutiva: la atención selectiva para el estudio
Las
funciones asociadas a la atención ejecutiva (ver la implicación de la corteza
prefrontal en la figura 2) se solapan con las ejercidas por las
conocidas funciones ejecutivas, aquellas que nos
permiten elegir, planificar y tomar decisiones de forma consciente y
voluntaria. Es por ello que la atención ejecutiva es esa atención específica
para el estudio que permite al alumno, mediante un foco atencional variable,
seguir el proceso de resolución de una tarea o problema concreto, analizar un
texto o seguir la explicación del maestro.
Investigaciones
recientes con grandes implicaciones educativas están intentando demostrar
que se puede mejorar la atención y otras funciones ejecutivas.
El
entrenamiento de la atención
En
un estudio muy famoso (Rueda et al., 2005) se diseñaron unos ejercicios de
entrenamiento para ayudar a niños entre 4 y 6 años a mejorar su atención
ejecutiva. La elección se debe a que se ha demostrado que esta red atencional
se desarrolla de forma drástica entre los 2 y los 7 años.
En las
pruebas, los niños aprenden a controlar con su joystick un gato (ver figura 3)
que ha de mantenerse fuera de la lluvia (a), se ha de mover hacia la hierba (b)
y ha de atrapar un pato cuando sale del agua (c).
Tanto el
grupo experimental como el de control tenía 12 niños y la investigación se
realizó durante 5 días de entrenamiento en sesiones que duraban entre 30 y 40
minutos. Pues bien, con esa práctica reducida de sólo 5 días, el análisis de
los resultados demostró una mejora importante tanto en la atención ejecutiva
como en la inteligencia de los niños. Los autores sugieren que este tipo de
entrenamiento utilizando videojuegos puede resultar especialmente útil en niños
con un perfil atencional bajo o en aquellos que padecen algún trastorno del
aprendizaje, pero no descartan su utilidad para cualquier tipo de alumno. Se
desconoce cuánto tiempo puede durar la facilitación de estos mecanismos
cerebrales en la atención ejecutiva, aunque un estudio posterior reveló que los
efectos beneficiosos se observaron al menos 2 meses después (Rueda et al.,
2012). Seguramente, entrenamientos más duraderos puedan alargar estos periodos
temporales.
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