31 de MARZO del 2019
CONSEJO DIVINO.
LA PROFECÍA DE JEREMÍAS
CAPITULO XIV
DEL LIBRO DE DIOS "LA PROFECÍA DE JEREMÍAS CAP. XIV– 14"
Jeremías predice a pueblo una gran sequedad y carencia: no escucha
el Señor los ruegos del Profeta, ni los sacrificios del pueblo. Con todo eso Jeremías
no cesa de implorar la divina misericordia.
Palabras que hablo el Señor a Jeremías sobre el suceso de la
sequedad. La Judea está cubierta de luto; y sus puertas destruidas y derribadas
por el suelo, y Jerusalén alza el grito hasta el suelo, y Jerusalén alza el
grito hasta el cielo. Los amos envían a sus criados por el agua: van estos a
sacarla, y no la encuentran, se vuelven con sus vasijas vacías, confusas y
afligidas, y cubiertas sus cabezas en señal de dolor. A causa de la esterilidad
de la tierra por haberle faltado la lluvia, los labradores, abatidos, cubren
sus cabezas: Pues hasta la cierva, después de haber parido en el campo,
abandona la cría por falta de yerba. Y los asnos bravíos se ponen encima de los
riscos, atraen a sí la frescura del aire, como hacen los dragones; y ha
desfallecido la luz de sus ojos, por no haber yerba con que alimentarse.
Aunque nuestras maldades dan testimonio contra nosotros, tu, oh
Señor, miramos con piedad por amor de tu santo Nombre: pues nuestras rebeldías son
muchas, y hemos pecado gravísimamente contra ti. Oh esperanza de Israel, y
Salvador suyo en tiempo de tribulación ¿Por qué has de estar en esta tierra tuya
como un extranjero, y como un caminante que solo se detiene para pasar la
noche? ¿Po que has de ser para tu pueblo como un campeón sin fuerzas para
salvar? Ello es, oh Señor que tú habitas entre nosotros, y nosotros llevamos el
nombre de pueblo tuyo: no nos abandones pues, esto dice el Señor a ese pueblo
que tanto gusta tener siempre en movimiento los pies, y no sosiega, y ha
desagradado a Dios: Ahora se acordará el Señor de sus maldades, y tomará
residencia de sus pecados.
Y díjome el Señor: No tienes que rogar que haga bien a ese pueblo.
Cuando ayunaren no atenderé a sus oraciones, y si ofrecieren holocaustos y víctimas,
no los aceptaré; sino que los he de consumir con la espada, con hambre y con la
peste.
Entonces dije yo: ¡Ah! ¡ah! Señor Dios mío. ¡Ah! Que por los
profetas les dicen: No temáis; no veréis vosotros la espada enemiga; ni habrá
hambre entre vosotros: antes bien os concederá el Señor una paz verdadera en
este lugar. Díjome el Señor: Falsamente vaticinan en mi nombre esos profetas:
yo no los he enviado, ni dado orden alguna, ni les he hablado: os venden por profecías
visiones falsas, y adivinaciones, e imposturas, y las ilusiones de su corazón.
Por tanto, esto dice el Señor: en orden a los profetas que profetizan en mi
nombre, sin ser enviados por mí, diciendo: no vendrá espada ni hambre sobre
esta tierra. Al filo de la espada y por hambre perecerán los tales profetas. Y los
moradores de los pueblos, a los cuales estos profetizaban, serán arrojados por
las calles de Jeresalem, muertos de hambre, y al filo al filo de la espada,
ellos y sus mujeres, y sus hijos e hijas, sin que haya nadie que les dé
sepultura; y sobre ellos derramaré el castigo de su maldad. Y tú les dirás
entre tanto, estas palabras: derramen mis ojos sin cesar lágrimas noche y día: porque
Jerusalem, la virgen hija del pueblo mío se halla quebrantada de una extrema
aflicción, con una llaga sumamente maligna. Si salgo al campo, yo no veo sino cadáveres
de gente pasada a cuchillo: si entro en la ciudad, he aquí la población transida
de hambre. Hasta los profetas y los sacerdotes son conducidos cautivos a un país
desconocido.
¿Por ventura, Señor, hasta desecho del todo a Judá? ¿O es Sion
abominada de tu alma? ¿Por qué pues nos has azotado con tanto rigor, que no nos
queda parte sana? Esperamos la paz o
felicidad, y no tenemos ningún bien; y el tiempo de restablecernos, y he aquí
que estamos todos llenos de confusión. Oh Señor, reconocemos nuestra impiedad,
y las maldades de nuestros padres: pecado hemos contra ti. No nos dejes caer en
el oprobio, oh Señor, por amor de tu Nombre. Ni nos castigues con ver ultrajado
el templo, solio de tu gloria: acuérdate de mantener tu antigua alianza con nosotros.
Pues qué ¿hay por ventura entre los simulacros o ídolos de las gentes quien dé
la lluvia? ¿O pueden ellos desde los cielos enviarnos agua? ¿No eres tú el que
la envías, Señor Dios nuestro, en quien nosotros esperamos? Sí: porque tú eres
el que has hecho todos estas cosas.
El señor vuelve con su palabra que tiene
poder e infinita sabiduría. Leed tranquila y concienzudamente y hallaras en
cada frase, en cada palabra una enseñanza del libro del Señor. Medítalas
y aplícalas en tu vid a, en tu familia y sobre todo, compártelas
con tus estudiantes. Cada día el Señor te da una enseñanza y una palabra
para reflexionar. El camino de la perfección requiere de mejor y mayor
esfuerzo. Y tú estás en ese CAMINO. ¿Por
qué Quieres huir de la perfección que Dios te ofrece?
FELIZ
SEMANA
JJ = J2