NOTA: Estoy convencido que podemos utilizar este texto en una tertulia
    litería de ética, de filosofía o de sistemas. (Los estudiantes  de decimo u once quienes deben estar en
    una sala de sistema con internet, leen el texto (5 minutos) y luego se les
    da 10 minutos para que investiguen en internet,(sobre el tema). Luego, se
    hace la tertulia.  
El joven Demóstenes soñaba con ser un gran orador, sin embargo, este
    propósito parecía una locura desde todo punto de vista. 
Su trabajo era
    humilde, y de extenuantes horas a la intemperie. No tenía el dinero para
    pagar a sus maestros, ni ningún tipo de conocimiento. Además, tenía otra
    gran limitación: Era tartamudo. 
Demóstenes sabía
    que la persistencia y la tenacidad hacen milagros y, cultivando estas
    virtudes, pudo asistir a los discursos de los oradores y filósofos más
    prominentes de la época. Hasta tuvo la oportunidad de ver al mismísimo
    Platón exponer sus teorías. 
Ansioso por
    empezar, no perdió tiempo en preparar su primer discurso. Su entusiasmo
    duró poco: la presentación fue un desastre. A la tercera frase fue
    interrumpido por los gritos de protesta de la audiencia: ¿Para qué nos
    repite diez veces la misma frase? -dijo un hombre seguido de las carcajadas
    del público-. ¡Hable más alto! -exclamó otro-. No se escucha, ponga el aire
    en sus pulmones y no en su cerebro. Las burlas acentuaron el nerviosismo y
    el tartamudeo de Demóstenes, quien se retiró entre los abucheos sin
    siquiera terminar su discurso. 
Cualquier otra
    persona hubiera olvidado sus sueños para siempre. Fueron muchos los que le
    aconsejaron y muchos otros los que lo humillaron para que desistiera de tan
    absurdo propósito. 
En vez de
    sentirse desanimado, Demóstenes tomaba esas afirmaciones como un desafió,
    como un juego que él quería ganar. Usaba la frustración para agrandarse,
    para llenarse de fuerza, para mirar más lejos. Sabía que los premios de la
    vida eran para quienes tenían la paciencia y persistencia de saber crecer. 
Tengo que
    trabajar en mi estilo, -se decía a sí mismo-. Así fue que se embarcó en la
    aventura de hacer todo lo necesario para superar las adversas
    circunstancias que lo rodeaban. Se afeitó la cabeza, para así resistir la
    tentación de salir a las calles. De este modo, día a día, se aislaba hasta
    el amanecer practicando. En los atardeceres corría por las playas,
    gritándole al sol con todas sus fuerzas, para así ejercitar sus pulmones.
    Más entrada la noche, se llenaba la boca con piedras y se ponía un cuchillo
    afilado entre los dientes para forzarse a hablar sin tartamudear. Al
    regresar a la casa se paraba durante horas frente a un espejo para mejorar
    su postura y sus gestos. 
Así pasaron meses
    y años, antes de que de que reapareciera de nuevo ante la asamblea
    defendiendo con éxito a un fabricante de lámparas, a quien sus ingratos
    hijos le querían arrebatar su patrimonio. En esta ocasión la seguridad, la elocuencia
    y la sabiduría de Demóstenes fue ovacionada por el público hasta el
    cansancio. 
Demóstenes fue
    posteriormente elegido como embajador de la ciudad. 
Su persistencia
    convirtió las piedras del camino en las rocas sobre las cuales levantó sus
    sueños. 
JJ, sabes: cuando realmente has sido persistente y has mantenido tu
    compromiso, muchas veces en tu vida, has convertido en posible lo
    imposible. Nunca lo olvides. 
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