FELIZ DÍA DEL MAESTRO.
UNA REFLEXIÓN QUE NO SE
PUEDE DEJAR DE LADO.
El Día del maestro es la festividad de San Juan Bautista de la Salle, patrono de todos los profesores, en
la que se conmemora a las personas que se dedican a enseñar a estudiantes de
manera profesional y bajo unos parámetros bien definidos.
Por eso hoy quiero homenajear a todos los docentes del país con
esta reflexión toda vez que somos la clase social más importante en el
desarrollo cultural, científico, ético, social y humano de cualquier país. Un maestro
es una creación divina en el camino de la perfección.
¿Pero que es enseñar?
Es la acción y el resultado de compartir una serie de saberes,
estrategias, normas y/o destrezas con otras personas. Se apoya en diferentes
métodos, estrategias, recursos, habilidades, experiencias e investigaciones
para facilitar el aprendizaje.
La educación por su parte, es un proceso permanente e
inacabado a lo largo de toda la vida, que busca la formación integral del ser
humano; se refiere a la acción de formar y perfeccionar, es decir, una acción
práctica que se da en todas las sociedades, y para nuestro caso con niños y
adolescentes.
Un buen docente debe observarse y perfeccionar su propia habilidad
como profesor, de tal manera que lo lleve a sentir el regocijo del deber
cumplido después de cada clase.
El objetivo del
profesor es provocar ciertas experiencias en
los alumnos para fomentar la comprensión de
la materia que se enseña, en pro de que ellos se apropien del conocimiento.
Un buen maestro
emancipa de la opresión a través del despertar de la conciencia
crítica, dando respuesta a las necesidades específicas de cada estudiante.
Para mejorar la educación debemos cambia la escuela, la forma
de enseñar y que cada docente entienda que el objetivo en la escuela, es que los
estudiantes se apropien del conocimiento que enseña, sin celos o temores. El maestro es una persona paciente y
calculador a quien no le sobre o falte tiempo en ninguna de sus actividades.
Estas son características más importantes que a mi juicio
debe tener un maestro, independientemente del lugar y del nivel educativo en
que enseñe.
Un buen maestro o
maestra, tiene un
concepto positivo de sí mismo y de su trabajo; esto es que cree en sí mismo
como persona y como maestro, que está seguro de que con su quehacer está
promoviendo y fortaleciendo el desarrollo físico, intelectual, afectivo, social
y moral de sus alumnos, que él es un factor fundamental en la consolidación y
perfeccionamiento de sus pupilos como seres humanos, como individuos. Un buen
docente se considera a sí misma como un verdadero profesional de la educación,
y por tanto siempre se conduce profesionalmente. Quedan fuera, pues, quienes
son maestros por tener un trabajo; quienes escogieron la carrera porque les
ofrece una plaza segura; quienes ven su desempeño como una obligación impuesta
por directivos y supervisores.
Los mejores maestros
saben que sus
alumnos son personas en cuyo desarrollo humano están colaborando, por lo que
saben cultivar y promover en ellos el desarrollo de las competencias culturales
básicas de comunicación, pensamiento crítico, resolución de problemas y de
participación, así como el desarrollo y consolidación de los valores cívicos y
culturales fundamentales.
Los buenos maestros
tienen expectativas positivas de sus alumnos, desde el principio hasta el fin. Saben que
un buen docente es como Pygmalión, que con base en su esmero, dedicación,
cariño y expectativas, logra que Galatea, una estatua de mármol por él
esculpida, cobre vida y calor. Bien se sabe que uno de los factores clave en el
éxito escolar está constituido por lo que la institución y sus docentes esperan
de sus alumnos, del auténtico interés que pongan en ellos, de las perspectivas
que tracen juntos. Los buenos maestros
son humanos, amigables y comprensivos; saben construir un ambiente
agradable y estimulante en el salón y en la escuela; tienen confianza en la
capacidad de todos sus alumnos y logran que todos ellos tengan éxito. Eso de
que un buen maestro tiene siempre muchos reprobados es una aberración.
Los buenos maestros
nunca culpan a sus alumnos del fracaso; saben que para que se dé dicho fracaso han entrado en juego
muchos factores: la falta de preparación y de dedicación de uno mismo como
docente, la escasa comprensión de los problemas por los que el alumno atraviesan,
la poca o nula e incluso contraproducente motivación que el pupilo tenga en su
hogar, la ineficaz estrategia seguida para que el alumno aprenda, la mala
calidad e insuficiencia de los materiales educativos, las malas condiciones en
que se encuentra la institución, las faltas y suspensiones de labores, la no
consideración de las necesidades específicas del estudiante que está
fracasando, la menguada pertinencia de los contenidos, lo agresivo de las
evaluaciones, en fin. No es el alumno el culpable de todo ello.
Los mejores maestros
logran mucha participación de sus alumnos. La participación más importante es involucrar
intelectual y afectivamente a los estudiantes, ellos no tienen que estar
brincando o yendo de un lugar a otro para mostrar que están activos. No
confundamos el silencio que requiere la actividad mental profunda e intensa con
el silencio de la apatía o del aburrimiento. Para conseguir la actividad mental,
el buen docente hace buenas peguntas, preguntas reflexivas, abiertas, que no se
contesten con un sí o un no, que no se contesten con una sola palabra;
preguntas que requieran de reflexión y se contesten con respuestas elaboradas,
que a menudo se van encadenando con los aportes de varios estudiantes. El buen maestro siempre pide a sus alumnos
que den ejemplos concretos de lo que dicen y siempre favorece el
aprendizaje cooperativo, el trabajo colectivo. Nunca pone a competir a unos con
otros ni muestra el trabajo de la “mejor alumn@” como ejemplo de lo que todos
los demás deben hacer. Los buenos docentes saben que los principales
protagonistas en el proceso de aprendizaje son los estudiantes.
Los buenos docentes
estimulan a sus estudiantes para que lean y estudien de manera independiente, y siempre les dan
oportunidad de que se expresen, de que comenten en la clase sus lecturas. Un
buen maestro es paciente, tiene sentido del humor, pero nunca inhibe a un
alumno, nunca lo ridiculiza ni se mofa de él.
El buen maestro siempre
se asegura de que sus alumnos entienden claramente lo que se espera de ellos. Muchos alumnos yerran
o emprenden tareas equivocadamente porque no entendieron la pauta o el
procedimiento supuestamente explicado, o contestan erróneamente porque la
pregunta estuvo mal formulada por el docente. ¡Con cuántos “reactivos” de
opción múltiple me he encontrado que son absolutamente incontestables! ¡Los
estudios etnográficos realizados en el salón de clase nos muestran que el
tiempo promedio que los docentes dan a sus alumnos para contestar una pregunta
no llega, en promedio, a los tres segundos!
Los mejores docentes
saben que la indisciplina se debe al aburrimiento, por eso son capaces de diseñar y
poner en práctica actividades participativas en las que todos los alumnos se
interesan. Organizan los contenidos alrededor de conceptos integradores que
tengan una relación estrecha con problemas de la vida diaria de los alumnos y
son capaces de integrar los saberes cotidianos con los saberes escolares.
Los buenos maestros son
innovadores, saben utilizar muchos recursos y estrategias para el aprendizaje, no se limitan a “dar su clase”.
Organizan debates, discusiones, paneles, consultas, intercambios, seminarios;
utilizan sistemáticamente la biblioteca escolar y otras bibliotecas, así como
otros recursos de fuera de la escuela: folletos, revistas, periódicos,
fotografías, carteles, videos, programas de televisión, películas, cintas
magnetofónicas, etcétera. El buen maestro busca estos recursos, no se conforma
con esperar a que le sean proporcionados.
Un buen maestro utiliza
una diversidad de procedimientos para la evaluación formativa (durante el curso) y sumativa
(final) de su propio curso y de los logros académicos de sus alumnos. Utiliza
los resultados de la evaluación formativa para atender problemas y carencias,
así como para reorientar su propio desempeño. En todo caso, un buen docente sabe que la evaluación es
una actividad más de aprendizaje al servicio de sus alumnos y de él mismo.
El buen maestro siempre busca formas de evaluar su propio trabajo.
Un buen docente dialoga
con sus colegas,
discute sistemáticamente sobre los problemas que tiene en su desempeño, pide
consejo, asiste a otras clases para observar el desempeño de otros docentes y
los invita para que observen sus propias clases para recibir la crítica de
ellos. Los buenos maestros siempre participan con sus compañeros en la
planificación y el desarrollo de las actividades institucionales.
Un buen maestro, un
buen docente, siempre está evolucionando, siempre está aprendiendo. Cuando un docente no está ya
dispuesto a aprender, está acabado, como maestro y como persona. El maestro que
comienza, el de poca experiencia, por lo general intenta enseñarles a sus
alumnos lo que sabe; conforme avanza profesionalmente, el maestro diseña
actividades de aprendizaje gracias a las cuales los alumnos aprenden por sí
mismos lo que el maestro sabe; los maestros que logran mayor madurez son
capaces de diseñar experiencias de aprendizaje en las que los alumnos profundizan
en su propia formación, aprendiendo cosas diferentes a las que el maestro ya
sabe; avanzan todavía más cuando son capaces de lograr que los alumnos mismos
colaboren en el diseño de sus propias actividades de aprendizaje, durante el
desarrollo de las cuales ellos construyen sus propios conocimientos; los
mejores maestros logran que sus alumnos diseñen sus propias metas, piensen en
sus propios objetivos y propósitos, pues con todo ello están contribuyendo a
formar personas independientes, que toman decisiones por sí mismas. En todo
ello deben ser considerados no solamente los conocimientos, sino también los
procedimientos, los métodos, las actitudes, las relaciones interpersonales, los
valores, el júbilo que produce el saber que lo que se hace está bien hecho.
No queremos abrumar al lector con un listado interminable de
cualidades, ni mucho menos, pero si insistir en que un buen maestro es
prudente, imparcial, objetivo y tiene una palabra sabia para cada ocasión; así que
en beneficio de aplicar nuestro slogan, “Hagamos
Mejor lo que Estamos Haciendo Bien” estas son algunas de las
características fundamentales que alguien que ostenta la profesión docente debe
tener y especialmente en nuestra IERD. CACICAZGO.
FELIZ DÍA DEL MAESTRO, a todos mis amigos que hacen patria en los rincones más apartados e inhóspitos de nuestro país, y sepan que su regalo, lo obtendrán cuando
algún día alguien se les acerque y les diga, “Gracias profesor o profesora, usted hizo la diferencia en mi vida” por eso soy lo que soy.
JJAP
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