martes, 14 de mayo de 2024

FELIZ DÍA DEL MAESTRO.


UNA REFLEXIÓN QUE NO SE PUEDE DEJAR DE LADO.

El Día del maestro es la festividad de San Juan Bautista de la Salle, patrono de todos los profesores, en la que se conmemora a las personas que se dedican a enseñar a estudiantes de manera profesional y bajo unos parámetros bien definidos.

Por eso hoy quiero homenajear a todos los docentes del país con esta reflexión toda vez que somos la clase social más importante en el desarrollo cultural, científico, ético, social y humano de cualquier país. Un maestro es una creación divina en el camino de la perfección.

¿Pero que es enseñar? Es la acción y el resultado de compartir una serie de saberes, estrategias, normas y/o destrezas con otras personas. Se apoya en diferentes métodos, estrategias, recursos, habilidades, experiencias e investigaciones para facilitar el aprendizaje.

La educación por su parte, es un proceso permanente e inacabado a lo largo de toda la vida, que busca la formación integral del ser humano; se refiere a la acción de formar y perfeccionar, es decir, una acción práctica que se da en todas las sociedades, y para nuestro caso con niños y adolescentes.

 Un buen docente debe observarse y perfeccionar su propia habilidad como profesor, de tal manera que lo lleve a sentir el regocijo del deber cumplido después de cada clase.

 El objetivo del profesor es provocar ciertas experiencias en los alumnos para fomentar la comprensión de la materia que se enseña, en pro de que ellos se apropien del conocimiento.

 Un buen maestro emancipa de la opresión a través del despertar de la conciencia crítica, dando respuesta a las necesidades específicas de cada estudiante.

Para mejorar la educación debemos cambia la escuela, la forma de enseñar y que cada docente entienda que el objetivo en la escuela, es que los estudiantes se apropien del conocimiento que enseña, sin celos o temores. El maestro es una persona paciente y calculador a quien no le sobre o falte tiempo en ninguna de sus actividades.

Estas son características más importantes que a mi juicio debe tener un maestro, independientemente del lugar y del nivel educativo en que enseñe.

Un buen maestro o maestra, tiene un concepto positivo de sí mismo y de su trabajo; esto es que cree en sí mismo como persona y como maestro, que está seguro de que con su quehacer está promoviendo y fortaleciendo el desarrollo físico, intelectual, afectivo, social y moral de sus alumnos, que él es un factor fundamental en la consolidación y perfeccionamiento de sus pupilos como seres humanos, como individuos. Un buen docente se considera a sí misma como un verdadero profesional de la educación, y por tanto siempre se conduce profesionalmente. Quedan fuera, pues, quienes son maestros por tener un trabajo; quienes escogieron la carrera porque les ofrece una plaza segura; quienes ven su desempeño como una obligación impuesta por directivos y supervisores.

Los mejores maestros saben que sus alumnos son personas en cuyo desarrollo humano están colaborando, por lo que saben cultivar y promover en ellos el desarrollo de las competencias culturales básicas de comunicación, pensamiento crítico, resolución de problemas y de participación, así como el desarrollo y consolidación de los valores cívicos y culturales fundamentales.

Los buenos maestros tienen expectativas positivas de sus alumnos, desde el principio hasta el fin. Saben que un buen docente es como Pygmalión, que con base en su esmero, dedicación, cariño y expectativas, logra que Galatea, una estatua de mármol por él esculpida, cobre vida y calor. Bien se sabe que uno de los factores clave en el éxito escolar está constituido por lo que la institución y sus docentes esperan de sus alumnos, del auténtico interés que pongan en ellos, de las perspectivas que tracen juntos. Los buenos maestros son humanos, amigables y comprensivos; saben construir un ambiente agradable y estimulante en el salón y en la escuela; tienen confianza en la capacidad de todos sus alumnos y logran que todos ellos tengan éxito. Eso de que un buen maestro tiene siempre muchos reprobados es una aberración.

Los buenos maestros nunca culpan a sus alumnos del fracaso; saben que para que se dé dicho fracaso han entrado en juego muchos factores: la falta de preparación y de dedicación de uno mismo como docente, la escasa comprensión de los problemas por los que el alumno atraviesan, la poca o nula e incluso contraproducente motivación que el pupilo tenga en su hogar, la ineficaz estrategia seguida para que el alumno aprenda, la mala calidad e insuficiencia de los materiales educativos, las malas condiciones en que se encuentra la institución, las faltas y suspensiones de labores, la no consideración de las necesidades específicas del estudiante que está fracasando, la menguada pertinencia de los contenidos, lo agresivo de las evaluaciones, en fin. No es el alumno el culpable de todo ello.

Los mejores maestros logran mucha participación de sus alumnos. La participación más importante es involucrar intelectual y afectivamente a los estudiantes, ellos no tienen que estar brincando o yendo de un lugar a otro para mostrar que están activos. No confundamos el silencio que requiere la actividad mental profunda e intensa con el silencio de la apatía o del aburrimiento. Para conseguir la actividad mental, el buen docente hace buenas peguntas, preguntas reflexivas, abiertas, que no se contesten con un sí o un no, que no se contesten con una sola palabra; preguntas que requieran de reflexión y se contesten con respuestas elaboradas, que a menudo se van encadenando con los aportes de varios estudiantes. El buen maestro siempre pide a sus alumnos que den ejemplos concretos de lo que dicen y siempre favorece el aprendizaje cooperativo, el trabajo colectivo. Nunca pone a competir a unos con otros ni muestra el trabajo de la “mejor alumn@” como ejemplo de lo que todos los demás deben hacer. Los buenos docentes saben que los principales protagonistas en el proceso de aprendizaje son los estudiantes.

Los buenos docentes estimulan a sus estudiantes para que lean y estudien de manera independiente, y siempre les dan oportunidad de que se expresen, de que comenten en la clase sus lecturas. Un buen maestro es paciente, tiene sentido del humor, pero nunca inhibe a un alumno, nunca lo ridiculiza ni se mofa de él.

El buen maestro siempre se asegura de que sus alumnos entienden claramente lo que se espera de ellos. Muchos alumnos yerran o emprenden tareas equivocadamente porque no entendieron la pauta o el procedimiento supuestamente explicado, o contestan erróneamente porque la pregunta estuvo mal formulada por el docente. ¡Con cuántos “reactivos” de opción múltiple me he encontrado que son absolutamente incontestables! ¡Los estudios etnográficos realizados en el salón de clase nos muestran que el tiempo promedio que los docentes dan a sus alumnos para contestar una pregunta no llega, en promedio, a los tres segundos!

Los mejores docentes saben que la indisciplina se debe al aburrimiento, por eso son capaces de diseñar y poner en práctica actividades participativas en las que todos los alumnos se interesan. Organizan los contenidos alrededor de conceptos integradores que tengan una relación estrecha con problemas de la vida diaria de los alumnos y son capaces de integrar los saberes cotidianos con los saberes escolares.

Los buenos maestros son innovadores, saben utilizar muchos recursos y estrategias para el aprendizaje, no se limitan a “dar su clase”. Organizan debates, discusiones, paneles, consultas, intercambios, seminarios; utilizan sistemáticamente la biblioteca escolar y otras bibliotecas, así como otros recursos de fuera de la escuela: folletos, revistas, periódicos, fotografías, carteles, videos, programas de televisión, películas, cintas magnetofónicas, etcétera. El buen maestro busca estos recursos, no se conforma con esperar a que le sean proporcionados.

Un buen maestro utiliza una diversidad de procedimientos para la evaluación formativa (durante el curso) y sumativa (final) de su propio curso y de los logros académicos de sus alumnos. Utiliza los resultados de la evaluación formativa para atender problemas y carencias, así como para reorientar su propio desempeño. En todo caso, un buen docente sabe que la evaluación es una actividad más de aprendizaje al servicio de sus alumnos y de él mismo. El buen maestro siempre busca formas de evaluar su propio trabajo.

Un buen docente dialoga con sus colegas, discute sistemáticamente sobre los problemas que tiene en su desempeño, pide consejo, asiste a otras clases para observar el desempeño de otros docentes y los invita para que observen sus propias clases para recibir la crítica de ellos. Los buenos maestros siempre participan con sus compañeros en la planificación y el desarrollo de las actividades institucionales.

Un buen maestro, un buen docente, siempre está evolucionando, siempre está aprendiendo. Cuando un docente no está ya dispuesto a aprender, está acabado, como maestro y como persona. El maestro que comienza, el de poca experiencia, por lo general intenta enseñarles a sus alumnos lo que sabe; conforme avanza profesionalmente, el maestro diseña actividades de aprendizaje gracias a las cuales los alumnos aprenden por sí mismos lo que el maestro sabe; los maestros que logran mayor madurez son capaces de diseñar experiencias de aprendizaje en las que los alumnos profundizan en su propia formación, aprendiendo cosas diferentes a las que el maestro ya sabe; avanzan todavía más cuando son capaces de lograr que los alumnos mismos colaboren en el diseño de sus propias actividades de aprendizaje, durante el desarrollo de las cuales ellos construyen sus propios conocimientos; los mejores maestros logran que sus alumnos diseñen sus propias metas, piensen en sus propios objetivos y propósitos, pues con todo ello están contribuyendo a formar personas independientes, que toman decisiones por sí mismas. En todo ello deben ser considerados no solamente los conocimientos, sino también los procedimientos, los métodos, las actitudes, las relaciones interpersonales, los valores, el júbilo que produce el saber que lo que se hace está bien hecho.

No queremos abrumar al lector con un listado interminable de cualidades, ni mucho menos, pero si insistir en que un buen maestro es prudente, imparcial, objetivo y tiene una palabra sabia para cada ocasión; así que en beneficio de aplicar nuestro slogan, “Hagamos Mejor lo que Estamos Haciendo Bien” estas son algunas de las características fundamentales que alguien que ostenta la profesión docente debe tener y especialmente en nuestra IERD. CACICAZGO.

FELIZ DÍA DEL MAESTRO,  a todos mis amigos que hacen patria en los rincones más apartados e inhóspitos de nuestro país, y sepan que su regalo, lo obtendrán cuando algún día alguien se les acerque y les diga, “Gracias profesor o profesora, usted hizo la diferencia en mi vida” por eso soy lo que soy.

JJAP


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