Muchos estudios muestran los efectos positivos que tiene la presencia activa y constante de un padre competente en el desarrollo físico y emocional de los niños y los adolescentes. Es un factor significativo para el éxito.
Efectivamente, los padres de hoy están más involucrados en la vida de sus hijos y se preocupan por su bienestar integral y por establecer un vínculo sólido de afecto, comunicación y cercanía con ellos. Para lograrlo, se enfrentan a desafíos adicionales a los tradicionales, como establecer prioridades, equilibrar el trabajo y la familia, vencer el estrés y manejar el tiempo. No existe manual que se pueda aplicar en todas las ocasiones, ni recetas mágicas que se encuentren en Google, pero estos puntos pueden servir de guía.
Conectados en todos los sentidos
Para entender como son y que piensan los niños y jóvenes de hoy, el primer paso es informarse, conocer la realidad a la que estos se enfrentan para poder guiarlos y orientarlos de manera exitosa. El contexto actual es muy diferente al que crecieron los padres.
Uno de los aspectos de mayor influencia es la tecnología. La idea es convertirla en una aliada de la crianza y no asumir posiciones extremas que creen una brecha tecnológica y generen distancia y desencuentro. Esto implica vencer, por un lado, la resistencia a entrar en el mundo moderno, pero también la tendencia a estar inmersos en él. Ejercer una supervisión respetuosa y generar más espacios atractivos y libres de estrés en familia son formas balanceadas de orientar a los hijos.
Capitalizar valores agregados
La condición de hombre hace a los padres poseedores de atributos que pueden aprovecharse exitosamente con los hijos. Por ejemplo, tienden a ser más prácticos y a hablar de manera directa sin tanto rodeo, actitud que resulta muy útil a la hora de corregir y poner límites.
Son mas exploradores, visuales, usan esquemas menos convencionales que las madres y estimulan la búsqueda de la novedad.
Estos y otros comportamientos propios de los padres tienen una alta correlación con sus hijos, como la capacidad para esperar turnos, tolerar la tensión, desarrollar conductas de autocuidado, interesarse por su trabajo, tener confianza en sus propias habilidades, intervenir en forma adecuada en situaciones conflictivas y buscar estrategias para resolver los problemas, entre otras.
Ejercer la autoridad
Hoy en día la relación entre los hijos y sus padres se caracteriza por una comunicación más abierta y estrecha. Mientras que en el pasado los niños se entendían con sus padres en dinámicas jerárquicas y verticales, ahora las relaciones con ellos son más afectuosas y parten de un lenguaje amoroso y cálido. Los papás, a su vez, recurren a una imposición de límites basada en el respeto por las expectativas y características de sus hijos.
Sin embargo, a veces estas buenas intenciones no son tan fáciles de llevar a la práctica. Lo cierto es que los niños y jóvenes de hoy necesitan guía y autoridad, así la rechacen. Algunos la piden a gritos, aunque renieguen. Esto hace parte de la crianza. Aunque a veces no parezca, los padres tienen una gran influencia sobre sus hijos. Lo que estos piensan, creen y exigen es importante para ellos. La diferencia la marca la manera como se transmiten estas cosas.
Asumir el papel de padre no implica ser represivos y buscar la confrontación, tampoco darles libertad total y pasarles todo, que por lo demás, los hijos no lo ven como un premio, sino como abandono. Implica acompañarlos, guiarlos y regularlos.
Tener expectativas realistas
Los padres contemporáneos quieren que sus hijos sean tranquilos, exitosos, hábiles socialmente y competitivos. Creen además, y con razón, que lo tienen todo para serlo. Sin embargo, esto no siempre corresponde a la realidad. Es importante aterrizar las expectativas para no llenarse de frustraciones. La misión de los padres no es hacerles la vida perfecta, es enseñarles a construir su propia felicidad.
El afán de éxito del mundo actual ha impuesto sobre los padres una exigencia enorme: estar siempre en competencia por ser los primeros, por tener todo bajo control y por tener las soluciones más eficientes a cualquier problema que se presente. Poner en perspectiva el mandato moderno de perfección, no significa abandonar la idea de ser papás que promueven y estimulan a sus hijos. Tampoco quiere decir que, como todo padre, no se esté dispuesto a dar todo lo mejor para que sus hijos logren lo que quieren en la vida.
Cada uno en su papel
Tener una buena conexión emocional con los hijos, ganarse su confianza y compartir con ellos buena parte de su vida es un objetivo plausible. Sin embargo, brindar lazos afectivos y amistosos a los hijos no debe significar olvidar nuestro papel como guías para mostrarles rutas que les permitan reflexionar y aprender. Construir lazos de amistad es importante, pero estos jamás ocuparán el lugar verdadero que tiene un amigo. La buena comunicación se construye día a día y es la mezcla de aspectos como interesarse genuinamente por conocer los hijos y prestar atención sensible a sus sentimientos, necesidades y expectativas, entre otros. Evite que la tecnología (celulares y tabletas) los distancie.
MARÍA ELENA LÓPEZ
Especial para EL TIEMPO
* Psicóloga de familia www.inteligenciafamiliar.com
Especial para EL TIEMPO
* Psicóloga de familia www.inteligenciafamiliar.com
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