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“La mayor herencia que se les puede dejar a los hijos es la educación universitaria”. No pocos padres de familia siguen acudiendo a esta frase, porque consideran que ayudarles a los jóvenes a conseguir un título, en una buena institución, resulta más pertinente y valioso que dejarles propiedades materiales, cuando se trata de garantizarles un buen futuro.
Sin embargo, y a juzgar por las nuevas tendencias globales en materia de contratación laboral, esta afirmación empieza a quedarse en el aire. A las empresas, de acuerdo con expertos, ya no las obsesiona contratar profesionales; muchas, de hecho, ni siquiera se fijan en los expedientes académicos de los aspirantes. Entonces, ¿qué buscan?
Durante la Cumbre Mundial para la Innovación en Educación, celebrada en Doha (Catar) a comienzos de noviembre del año pasado, se llevó a cabo entre los cerca de 15.000 expertos que acudieron a esta cita la encuesta ‘Conectando la educación con el mundo real’. Uno de los resultados que más llamó la atención es que solo el 39 por ciento de ellos consideró que las universidades de sus respectivos países están preparando adecuadamente a los estudiantes para el mundo del trabajo.
No es gratuito, de hecho, que durante la cumbre, cuando se hablaba del futuro de la educación, cobrara protagonismo el desarrollo de las llamadas‘soft skills’ o habilidades blandas, dentro de las que clasifican la capacidad de hablar en público, el trabajo en equipo, el liderazgo y la gestión. En ese orden de ideas, garantizar el éxito profesional de los jóvenes no depende solamente de la culminación de una carrera universitaria.
Google, por ejemplo, se destaca como una de las grandes compañías que han revolucionado el mundo de la selección de personal, justamente por fijarse en las ‘soft skills’ y dejar de lado el expediente académico.
De acuerdo con Natalia Casa, gerente de Recursos Humanos de esa compañía para América Latina, “las personas son las que realmente hacen de Google la empresa que es. Por ello contratamos a personas inteligentes y con determinación, y damos más importancia a la capacidad y aptitud para el trabajo que a la experiencia o los títulos universitarios”.
Según Casa, precisamente lo que buscan en un posible empleado son ‘soft skills’. En este caso, tres en particular: liderazgo, habilidades cognitivas (capacidad para discernir y aprender rápido, con una estructura de conocimiento basada en la innovación y la creatividad) y ‘googleyness’, que lo define como “ese no sé qué” que tienen las personas que las hacen diferenciarse de los demás.
Es una mezcla de muchas variables, sin una receta exacta, que incluye pasión, trabajo en equipo, interesarse por los demás, ser creativo, ir más allá, ser proactivo, buscar la excelencia. En fin, son esos intangibles que hacen a una persona fundamental en un trabajo. Y agrega que “para Google no importa tanto en qué universidad estudiaste, tu promedio de la carrera o cuántos títulos tengas, sino cómo por medio de tu experiencia académica has podido desarrollar tus atributos”.
En esa misma línea está Carolina Díaz Restrepo, psicóloga y fundadora de Eureka del Pensamiento, empresa dedicada a fortalecer el desarrollo de habilidades blandas en niños, quien afirma que las personas que logran alcanzar el éxito tienden a tener “una inteligencia emocional increíble”.
La experta asegura que es importante que desde niños se desarrollen las ‘soft skills’ o habilidades para la vida. “Un niño feliz será un adulto exitoso. Y la felicidad parte de las herramientas para la vida”, sostiene.
Pero Google no es la única empresa que está implementando esta política en su cultura; es cada vez más frecuente oír en Silicon Valley, centro de alta tecnología en Estados Unidos, noticias de compañías que no se fijan en el currículo académico de sus posibles nuevos empleados.
No es exagerado, entonces, decir que la titulitis empieza a ser cosa del pasado.
¿Títulos para qué?
La titulitis es, según la Real Academia de la Lengua Española (RAE), “la valoración desmesurada de los títulos y certificados de estudios como garantía de los conocimientos de alguien”. Así las cosas, si las empresas deciden no fijarse en los títulos académicos de un candidato, ¿entonces para qué sirve estudiar tanto?
Iván Daniel Jaramillo, del Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario, coincide con la preocupación de los asistentes a la cumbre, porque dice que en Colombia los empresarios también encuentran que la oferta académica no tiene conexión con el mundo laboral. “Hay un problema de enfoque en los programas, principalmente en los de posgrado. Y es que en general no se tiene clara la finalidad de estos”, explica.
Jaramillo pone como ejemplo el caso del doctorado del alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa: “Que tenga o no doctorado no significa que vaya a ser un buen o mal alcalde. Es que el doctorado tiene otras finalidades, principalmente la investigación científica. Y pasa lo mismo con otro tipo de funcionalidades; por ejemplo, que una persona cuente con un posgrado no significa que va a gerenciar una empresa o ejercer un cargo mejor o peor”.
En eso coincide fray Juan Ubaldo López, rector de la Universidad Santo Tomás, quien asegura que “las empresas no buscan doctores, comenzando porque no todo el mundo puede ser doctor y no todo el mundo debería serlo”. Sin embargo, contradice en cierta medida la tendencia de empresas como Google y señala que “hoy en día no es suficiente tener un pregrado, es necesario especializarse. Eso significa también un crecimiento a nivel salarial”.
Lo cierto es que, al menos por ahora, la titulitis se mantiene y aún ronda la idea, entre muchos padres de familia, de que “la educación universitaria es la mejor herencia que se le puede dejar a un hijo”.
Aún existe una brecha salarial en Colombia
En uno de sus informes más recientes, el Observatorio Laboral de la Educación del Ministerio de Educación Nacional indicó que “la serie histórica de enganche de los graduados de educación superior de pregrado y de posgrado muestra que el salario promedio de graduados de educación superior de posgrado es consistentemente mayor que el salario promedio de graduados de educación superior de pregrado”.
Por ejemplo, las personas con estudios posteriores al pregrado ganaron el año pasado, en promedio, 1’800.000 pesos más que aquellas que se quedaron exclusivamente con el título de la carrera, según el informe.
De igual forma, el análisis evidencia que los primeros tienen mayor probabilidad de vinculación laboral que los segundos, al menos en el caso colombiano.
Puede decirse, entonces, que, si bien hay una creciente tendencia, reforzada por empresas futuristas como Google, de valorar determinadas habilidades en las personas antes que su formación universitaria, en nuestro país esta aún no es clara.
SIMÓN GRANJA MATIAS
Redactor de EL TIEMPO
Redactor de EL TIEMPO
El dilema no deben ser los títulos, el asunto debería centrarse en la idoneidad, en la ética y en las competencias desarrolladas en el desempeño de la función.
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