martes, 27 de agosto de 2024

 

¿Cómo debe ser un maestro excelente?


PARTE III

Formación del profesorado

 

Respecto a la formación del profesorado puedo apuntar que los tiempos de la enciclopedia de Diderot y D'Alambert se acabaron hace ya mucho tiempo. Hoy en día los avances en cualquiera de las ramas del conocimiento hacen imprescindible una puesta al día constante y sostenida sobre las materias que un maestro tiene que impartir. Lo que hace un par de siglos cabía en un par de tomos en papel impreso no tiene nada que ver con la cantidad de información de la que podemos disponer a través de la red de redes.

La formación inicial del profesional de la enseñanza (y me atrevería a decir que de cualquier persona) debería estar cimentada en los principales conceptos de cada una de las materias a impartir, de modo que no quedara ninguna fisura sobre los mismos. De este modo, la formación continua debería estar destinada a perfeccionar y poner al día la evolución de dichos conocimientos básicos debida al paso del tiempo.

Con ello quiero decir que la formación primaria, incluido el bachillerato, debería estar dedicada a unos conocimientos más generalistas, casi se podría hablar de una formación «renacentista», pues tiempo tendrá el alumno para ir adquiriendo conocimientos específicos conforme se vaya definiendo su vocación y, sobre todo, se vaya perfilando su futuro profesional.

A los dieciocho años (momento de elegir una opción de estudios universitarios) es muy difícil poder aseverar sobre nuestra auténtica orientación profesional y lo que es más importante, con la velocidad a la que se están moviendo los acontecimientos en esta primera parte del siglo XXI, muchas personas tendrán la necesidad de reinventarse con nuevas profesiones, bien por voluntad propia o por los condicionantes de las circunstancias externas.

Por todo ello, la formación continua está tomando carta de naturaleza no solo para los educadores, sino también para los propios educandos y, para muestra véase la velocidad de evolución de las llamadas «nuevas tecnologías» y no quiero referirme en exclusiva a las llamadas «TIC's».
 

Conclusión

 

Releyendo al final todo lo escrito, después de muchas lecturas intermedias y sin la mínima intención de ser políticamente incorrecto, me queda la esperanza de que, si se consiguiera un mínimo nivel de excelencia en buena parte de los valores y competencias descritos anteriormente, tal vez se pudiera recuperar aquella figura del maestro-modelo-espejo en el cual todos los alumnos se miraban y, de ese modo, poder llegar a erradicar esa moderna perversión de la violencia en las aulas, tan insólita para anteriores generaciones.

Para finalizar, no puedo (ni quiero) resistirme a la tentación de copiar dos proverbios, uno massai y otro indio (de la India), que escuché hace mucho tiempo:

«Para educar a un niño hace falta la tribu entera»
(Proverbio africano)

«Con mis maestros he aprendido mucho,
con mis colegas, más;
pero con mis alumnos, todavía más»

(Proverbio indio, que no hindú)

Sobre el proverbio africano el insigne maestro y filósofo, José Antonio Marina, ha escrito y divulgado todo un compendio de sabiduría. Del segundo proverbio, creo que poco más se puede añadir.

Un buen (excelente) maestro (utilizando el genérico masculino castellano) es aquel que es capaz de tener la curiosidad de aprender todos los días algo nuevo, incluso de sus alumnos. Y siguiendo el proverbio africano, tendríamos que hablar de «maestros excelentes», en plural, porque uno, nunca será suficiente.

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