VIERNES
07 DE OCTUBRE DEL 2011
E
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L
CACIQUE, QUE QUISO CONVERTIR UN ÁGUILA EN UNA GALLINA.
“PARA
RECORDAR SIEMPRE”
Hace mucho, pero mucho tiempo, cuando aún en los
alrededores de la vereda de Cacicazgo existían arboles tan inmensos que tocaban
el cielo, pinos gigantescos, araucarias tan grandes y tan frondosos que tapaban
la luz del sol, arboles de amarillo que resguardaban los nidos de las aves,
palmas de cera que proveían de alimento a pavas y loros, cedros y robles enormes que se entrelazaban y tejían
una selva espesa, con la que la manigua, frailejones y matorrales, cubrían los valles
y las montañas de Suehica hoy Suesca, y en la que vivían y se refugiaban pavas, garzas, patos, perdices,
águilas y una cantidad de aves salvajes que cantaban alegremente en la selva, alimentándose libremente entre las ramas de
los arboles o picoteando los frutos caídos en el suelo, en un hábitat delicada
y perfecta en la que vivían en sana y perpetua armonía nativos, aves, animales
y reptiles que hoy parecen haberse extinguido de la faz de la tierra y en la
que podían encontrarse con facilidad conejos,
ardillas, siervos, venados, tigrillos, búhos, armadillos y hasta algunas
serpientes de cascabel; vivo allí un viejo y sabio psihipkua o
cacique
llamando el cacique Saguamanchica.
Eran los
tiempos en que el rio que hoy se ve lánguido y escaso de agua, era la fuente
principal de vida para los nativos (indios muiscas) que habitaban estas tierras;
en sus orillas provistos de afiladas lanzas y flechas con puntas envenenadas, podían cazar
peces, lagartos y caimanes, lavar y limpiar sus poporos y proveerse en
manantiales cristalinos de agua pura y fresca, los cuales parecían ser la
fuente eterna de sus vidas y de su felicidad.
Los nativos (indios muiscas) que habitaban estas
tierras eran expertos en el cultivo del
maíz, la papa, la quinua y el algodón con el que hacían sus mantas y trajes,
estos nativos practicaban el trueque entre comarcas, intercambiando sal, oro,
cerámicas, coca y esmeraldas.
Estas tribus tenían algunas raras y sagradas costumbres,
que eran trasmitidas de generación en generación, por ejemplo: Los caciques quienes eran
elegidos después de varios meses de competencia, en las que incluían pruebas de
fuerza, destreza con las armas, lucha, conocimiento y habilidad en la cacería, debían
vivir y morir más cerca de su hermano Xue (el dios sol) y de su hermana Chía (la
diosa luna) y hacer de cuando en cuando largos periodos de retiros y de
reflexión espiritual, donde se les revelaban secretos y misterios del pasado y
del futuro para el bien de la tribu.
Los jóvenes caciques eran los encargados de dirigir y
guiar a las tribus, los ancianos caciques, cuando llegaba el momento de su
retiro y ser sustituidos por un cacique más joven y fuerte; entregaban el cargo
en una ceremonia ritual y se retiraban a vivir una vida mística y espiritual en la parte más alta de
los territorios de Cacicazgo, sus
acompañantes, familiares más cercanos y un grupo de Güeches (guerreros indios) quienes
hacían parte de su guardia personal, vivían
en la parte plana al otro lado del entonces
rio Bacatá, hoy llamada y conocida como vereda de Guita; debían estar pendientes
y llevar los consejos y recomendaciones a los grandes caciques como Nemequene, Guatavita
o Tisquesusa.
Cada año y cuando se
aproximaba la fecha del solsticio de
verano, 21 de junio, en el que se da el día más largo del año, fecha que
conocían y tenían bien identificada los indígenas; los muiscas, chibchas
y demás tribus del altiplano Cundiboyacense,
se disponen a celebrar junto con su hermano el sol, su hermana la luna y
sus hermanas las estrellas una gran fiesta, cargada de poder, magia, ritos y fecundidad.
Las hadas y demás deidades de
la naturaleza andaban sueltas por los campos; los agricultores daban gracias
por el verano, las cosechas, las frutas y por disponer de más horas para
cumplir con sus tareas y entregarse también a la fiesta y a la diversión.
Era el momento justo para
pedir por la fecundidad de la tierra y de los mismos hombres; además se debía
comenzar a almacenar alimentos para pasar el
invierno.
A este rito de la fecundidad, asistían indios de todos
los rincones de la comarca, en el que a media noche y cuando la luna llena se
posaba sobre el centro de la laguna
Guatavita, el poderoso cacique
de turno, tomaba los regalos de oro, esmeraldas y diamantes, y en compañía de
diez princesas vírgenes indias, se dirigía al centro de la laguna en una balsa,
y completamente desnudo, pero cubierto con polvo de oro, se lanzaba con sus ofrendas
a las aguas de la laguna sagrada, hasta que esta se teñía completamente de
color dorado por el polvo de oro que lanzaban
las princesas y los súbditos desde la orilla, para
luego salir limpio y purificado y dar comienzo en medio de gritos,
algarabías y tambores al gran rito y
desenfreno de la fecundidad.
Saguamanchica, era un viejo y admirable cacique que
había celebrado muchas veces el rito de la fecundidad, pero que ahora se había
retirado a vivir sus últimos años en las montañas de cacicazgo.
Una mañana y cuando apenas comenzaban los primeros
días del verano, muy temprano y antes de que los primeros rayos del hermano sol
disiparan las tinieblas, el viejo cacique Saguamanchica, quien ya tenia muchas lunas de retiro y quien
vivía en lo alto de la montaña de cacicazgo, decidió salir de su maloka, bajar hasta
la orilla del rio bacatá, para luego, recorrer el camino de las empinadas rocas hasta llegar
a las cuevas de Suehica, donde depositaban los restos
mortales de los caciques, con comida y tesoros para su viaje al más allá.
El viejo y sabio cacique Saguamanchica, decidió esa
mañana avanzar y arriesgarse un poco más de lo acostumbrado entre los riscos y
llegar al punto más alto y peligroso desfiladero, desde allí y muy lejos en lo
profundo de la montaña y al otro lado del rio bacatá se podía divisar un
pequeño y hermoso valle, en donde se veía la aldea de su pequeño clan familiar,
el viejo cacique se paro sobre una enorme roca, que parecía una loza de marfil,
el hermano sol, apenas comenzaba a rayar en el cielo y desde allí e impulsado por una fuerza misteriosa,
fue obligado a avanzar unos pasos más hasta el filo de la montaña.
Allí y en un peligroso saliente del profundo
desfiladero, puedo ver el nido de un águila el cual contenía un enorme huevo
que brillaba como el oro.
Con la experiencia que le caracterizaba y conocedor de
las técnicas para avanzar entre los riscos, avanzo hasta el nido, tomo el enorme
huevo con cuidado, lo metió cuidadosamente entre su manta y lo llevo consigo
hasta su casa y allí, decidió ponerlo a empollar entre una nidada de huevos de
gallina.
Pasado algún tiempo y cuando los huevos empezaron a
reventar, el viejo cacique Saguamanchica, pudo ver que entre los polluelos
había un pollo grande con relación a los demás y de un color cobrizo extraño,
volvieron a su mente los recuerdos del huevo de águila que había recogido
tiempo atrás y que había puesto a empollar entre los huevos de gallina, así,
que pensó y decido criar a esa águila como
una gallina.
El polluelo de águila quien corría y piaba como los
pollitos, andaba tras la mamá gallina y comía
granos como los demás pollos, picoteando lombrices y piando como un pollos
cualquiera…, era un pollo más.
Con el tiempo el aguilucho, aprendió a correr como las
gallinas, comía y picoteaba lo que las gallinas, cacareaba como las gallinas y
hacia lo que hacían las gallinas, se había convertido en una gallina más,
aunque mucho más grande y fuerte, además, con garras y un pico grande y afilado
diferente al de las gallinas.
El viejo cacique vivía, satisfecho al ver su sueño
convertido en realidad, había logrado convertir un águila en
gallina, había logrado criarla miedosa, bulliciosa y temerosa como
una gallina, de vez en cuando la tomaba entre sus manos, la acariciaba y le
ofrecía granos que el ave picoteaba mansamente y sin protestar.
Un día, llego a la casa del viejo cacique un
expedicionario, el cual vestía botas
altas de piel de cocodrilo, chaqueta de cuero de oveja, morral de piel de
culebra y sombrero de alas ancha adornado con plumas de águila.
Después de tomar y refrescarse con un poco de chicha,
el viejo cacique lo invito argulloso a ver su corral de gallinas, para lo cual
tomo un puñado de granos desde una totuma y lo lanzo gritándole a las
gallinas, al instante empezaron a aparecer, a correar y a cacarear picoteando
alrededor de los dos hombres,… más de doscientas gallinas y entre ellas una
enorme y extraña ave que picoteaba y cantaba al igual que las gallinas.
Al verla, de inmediato el expedicionario le dijo al
viejo cacique:
Gran cacique, perdone, pero esa ave, no es una
gallina… esa ave es un águila y pertenece al cielo y al viento como las
águilas.
El viejo cacique dejo escapar una carcajada y le
respondió: esa ave se ha criado con las gallinas, come lo que comen las
gallinas, canta como las gallinas y es
temerosa como las gallinas, así, que es una gallina.
El
expedicionario pidió al viejo cacique que le dejara demostrar que esa
ave no era una gallina sino un águila y por lo cual, pertenecía al viento, al
cielo y al espacio, como las águilas… así que la tomó entre sus manos, se
empino lo más alto que pudo, levanto sus brazos y con fuerza y decisión le
grito: vuela, vuela, que eres un águila, vuela, pues naciste para volar y
conquistar el cielo y las alturas.
El aguilucho, encogió la cabeza como lo hacen
normalmente las gallinas, miro desconcertado a uno y otro lado del piso y saltó
a tierra para seguir picoteando como las demás gallinas.
El viejo cacique soltó de nueva su característica carcajada
y se dirigió de esta manera al expedicionario: Ja, ja, ja, ja,… le dije que esa
ave se ha criado entre las gallinas, es temerosa como las gallinas, corre como las gallinas, porque la he criado
como una gallina, así, que seguiría siendo una gallina.
El expedicionario preocupado pero seguro, le pidió al
viejo cacique que le dejara hacer otro intento para demostrarle que esa ave era
un águila y no una gallina como el pensaba.
Al día siguiente, el expedicionario, tomo el águila y
subió a lo más alto del techo de la choza,
levanto lo más alto que pudo al águila y desde allí con fuerza le
grito…, vuela, vuela, que eres un águila, perteneces al viento, al aire, vuela
porque naciste para vivir y conquistar las alturas… el águila se encogió
temerosa entres sus alas, miro asombrada a uno y otro lado de la choza y brinco a la rama de un árbol
cercano para desde allí, saltar al piso y seguir picoteando con las demás
gallinas en el suelo.
El viejo cacique que observaba intrigado, soltó otra
carcajada de felicidad para luego decir: Se lo dije…, esa ave, se ha criado
entre las gallinas, es temerosa como las gallinas y seguirá siendo una gallina
hasta el fin de sus días.
El expedicionario muy preocupado, pero seguro de lo
que creía, le pidió al viejo cacique Saguamanchica que le dejara hacer un último
intento.
Esa noche, el viejo cacique invito al expedicionario a
comer conejo asado, mazorcas hervidas, papa sancochada y pescado ahumado
acompañado de una totumada de chica que había molida días antes con sus
dientes.
Al día siguiente y muy temprano en la mañana se
dirigieron a la parte más alta de la montaña, por el camino de los riscos, a la
orilla del desfiladero, recorriendo el mismo camino que años atrás había
seguido el viejo cacique cuando había encontrado el extraño huevo, allí el
viejo cacique le mostro las cuevas sagradas, el peligros camino por el
desfiladero y el lugar exacto donde
había encontrado el misterioso huevo de águila.
El expedicionario con mucha dificulta llego hasta el
punto donde aun permanecían restos de un nido de águila, el sol comenzaba a
brillar en el horizonte, tomo el águila entre sus manos, la levanto un poco y
esta al instante y como despertada de un profundo letargo, comenzó a sacudirse
y empezó a abrir sus poderosas alas,
pero se podía sentir un temblar en todo su cuerpo que se trasmitía a las manos
del brillante expedicionario, un segundo después, empezó a estiro su cuello y
giro su cabeza a uno y otro lado de su cuero para ver lo profundo del abismo,
el expedicionario, la levanto entre sus manos apuntándola directamente hacia el
naciente sol, los rayos del astro rey penetraron en lo más profundo de los ojos
del águila, ésta estiro su cuello como si quisiera tocar con el pico el mismo
sol, produciendo al mismo tiempo un sonido extraño entre sus pulmones, abrió
sus poderosas alas un poco más y las empezó a batir suavemente hasta tal punto
de quedar suspendida en el aire, solo las enormes garras tocaban las palmas de
las manos del expedicionario, el cual en un arrebato de emoción y al filo del
precipicio, levanto sus manos dirigiendo el águila en dirección al sol y le grito: vuela, vuela, que tienes sangre de águila, corazón de
águila y naciste para conquistar el cielo y el espacio, vuela porque eres una
águila y no una gallina como te han criado, vuela, porque eres la reina de la aves, del aire,
del cielo y de las alturas.
El águila dio un salto y con un grito de triunfo, se
lanzo en picada a lo profundo del precipicio, luego extendió sus poderosas alas
y se perdió en lo profundo entre las montañas.
Dice la historia que cada mil años vuelve un águila
dorada a poner un huevo de oro entre las rocas y que aquel que lo encuentre
tendrá el poder de cambiar el corazón de los hombres.
En esta historia hay tres personajes importantes:
Primero, el viejo cacique, quien había criado al
águila como una gallina y creía ciegamente que esta nunca podría volar, este lo
vamos a comparar con aquellos padres o personas que no creen en sus hijos, que
los tildan de brutos, que no creen en ellos ni en sus capacidades, según ellos
nunca podrán lograr grandes metas, nacieron para comer la migajas del piso que
ellos les dan.
El segundo personaje, es el expedicionario, quien lo
vamos a comparar con los maestros, esos seres, empeñados en demostrar que los
estudiantes si pueden, que creen y les dan una y otra oportunidad para que
salgan adelante, que los estimulan y los animan para que luchen y logren sus
metas, a que nunca se rindan, a que entiendan que por difícil que sean las
cosas hay que luchar y volar como las águilas.
El tercer personaje, es el águila, que lo comparare con los estudiantes, con
aquellos que a pesar de haber sido criados y maltratados por la vida, con
aquello que a pesar de haber sufrido una y otra vez las injusticias de la vida,
tienen sangre de águila, corazón de águila y quieren volar y alcanzar el
triunfo, porque nacieron para vivir el éxito y volar lejos, muy lejos del nido.
Quiero que rompan las ataduras, que se liberen y
luchen por hacer realidad sus sueños…recuerden que solo ustedes pueden decidir
lo que quieren ser… lo que serán y como lo lograran.
Ahora solo tienes que escoger lo que quieres ser… si
continuar picoteando los granos del piso
como una gallina o decidirte, dar lo mejor de ti y triunfar como el
águila, tú escoges.
Recuerden el éxito depende de cada uno de ustedes.
Con aprecio,
Jaime Julián Angulo Paredes
Espero que las
recomendaciones y enseñanzas de nuestro
cacique, nos ayuden a ser mejores docentes.
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