Noam Chomsky: “La supervivencia
de la democracia está en juego”
En una extensa entrevista, el pensador de 91 años y autor de obras como “El nuevo orden
mundial (y el viejo)” o “Poder y terror” reflexionó sobre el momento que vivimos —polarización,
racismo, pandemia, liderazgos— y aseguró que las próximas elecciones en Estados Unidos
son “las más importantes en la historia de la humanidad”
El lingüista y politólogo estadounidense Noam Chomsky, uno de los intelectuales más elocuentes para leer los escenarios complejos que se articulan por debajo de la pandemia que hoy paraliza al mundo, sostuvo que se asiste a una confluencia crítica generada por el deterioro de la democracia, la inminencia de una catástrofe medioambiental y la amenaza de una guerra nuclear. En esta entrevista plantea que la evolución de ese panorama depende de las próximas elecciones en su país, a las que definió como “las más importantes no sólo en la historia de Estados Unidos sino también en la historia de la humanidad”.
A los 91 años, el brillante pensador y autor de obras como El nuevo orden mundial (y el viejo) o Poder y terror mantiene la potencia de su voz disidente y antibelicista que, a lo largo de más de sesenta años, lo llevó a compatibilizar sus aportes académicos con intervenciones públicas que le han valido represalias de los sucesivos gobiernos de su país, como ser detenido por condenar la guerra de Vietnam, figurar en la lista negra del ex presidente Richard Nixon o recibir duros cuestionamientos por denunciar la guerra sucia de Ronald Reagan.
Acusado a veces de “antiamericano” por la dureza de sus críticas, Chomsky tiene un rol activo en causas colectivas -hace pocos meses firmó junto a 150 intelectuales un manifiesto donde alertan sobre el riesgo de la censura a los contenidos que no se ajustan a los parámetros impuestos por la corrección política- sin dejar de atizar sus cruzadas personales: el combate a las multinacionales, al neoliberalismo y al actual presidente Donald Trump, a quien caracterizó -en entrevista vía Zoom desde su casa en Tucson (Arizona)- como “una especie de dictador de pacotilla que ha creado en Washington un pantano de corrupción”.
—Mientras una parte importante de la humanidad pareciera centrada en el impacto del coronavirus y sus consecuencias, usted redobla la apuesta y advierte que la sobrevivencia de nuestra especie humana es lo que verdaderamente está en peligro.
—Debemos reconocer que este es un momento histórico notable. Estamos en medio de una confluencia de crisis existenciales: la de la catástrofe medioambiental, la de la guerra nuclear, la crisis del deterioro de la democracia, que es el único medio para combatir estas crisis. Y, además, las crisis de pandemias. El Covid-19 en particular -del que saldremos- tendrá un costo innecesario, terrible. Pero no será el último. Hemos tenido mucha suerte hasta ahora porque las repetidas epidemias de coronavirus que hemos vivido lograron contenerse. El Ébola, por ejemplo, fue altamente letal pero no demasiado contagioso. El SARS es muy contagioso, pero no muy letal. La próxima pandemia que se presente podría ser ambas: altamente contagiosa y altamente letal. Entonces, nos enfrentaremos a algo así como la peste negra del siglo XIV. Podemos prevenirlo, pero hay que hacerlo.
¿Por qué tenemos una pandemia hoy?
—Es una pregunta importante para hacer. Tuvimos la epidemia de SARS en 2003, un virus muy similar. Los científicos advirtieron que vendrían otros, que debíamos prepararnos y sabíamos cómo hacerlo: aislar los virus, planificar cómo desarrollar una vacuna, fortalecer un sistema de prevención de pandemias. Todo está bastante claro. Pero no basta con tener la información; alguien tiene que hacerlo. Las grandes empresas farmacéuticas tienen los recursos, los laboratorios, etcétera. No lo hacen, sin embargo, porque hay algo que se llama capitalismo. El capitalismo dicta que siempre intentes aumentar tus ganancias. No gastas dinero en algo que podría suceder dentro de diez años y en lo que no se ganará mucho, de todos modos. Tienes la vacuna, la gente la usa, se acabó. Las compañías farmacéuticas invierten en cosas que puedan seguir vendiendo mañana.
—¿Tal vez las crisis están mostrando la necesidad de que el Estado retome su protagonismo?
—El gobierno tiene recursos inagotables, laboratorios maravillosos, pero no puede hacerlo por algo llamado neoliberalismo. Como expresó Ronald Reagan en su discurso inaugural, “el gobierno es el problema, no la solución”. Esto significa que las decisiones tienen que pasar de las manos del gobierno al poder privado. ¿La razón? Ellos creen que el gobierno es una institución defectuosa porque responde a la población, al menos en parte, y ese es un problema grave. No podemos permitirlo. Para ellos es necesario trasladar las decisiones a tiranías privadas que no rinden cuentas al público en absoluto. Se llama “libertad” en el discurso orwelliano contemporáneo. Volviendo a la pandemia, significa que el gobierno no pudo intervenir, porque nunca pensaron en la gente. Así que no hubo esfuerzos para desarrollar la vacuna y así sucesivamente. No obstante, hubo algunos avances.
—¿Se refiere a las políticas del expresidente Barack Obama y su propuesta de seguro médico? ¿Cuánto devastó Trump de ese legado?
—La administración Obama puso en funcionamiento un plan de respuesta ante una pandemia que era bastante esperable que estallara. Hubo investigaciones conjuntas entre científicos estadounidenses y chinos para tratar de identificar coronavirus en cuevas de China e intentar secuenciar los genomas. Se ejecutaron programas de demostración para ver qué pasaría si el virus se propagaba. Todos estas iniciativas sucedieron hasta enero de 2017. Si bien no eran suficientes, al menos eran algo. A los primeros días de asumir, Trump desmanteló estos proyectos. Todos los años ha intentado retirar los fondos. La última vez fue en febrero de 2020. Cuando la pandemia se desata, el presidente recorta los gastos relacionados con la salud pública, incluidos los del Centro para el Control de Enfermedades. Como resultado, Estados Unidos estaba singularmente mal preparado cuando golpeó la pandemia. Ha habido todo tipo de incompetencia y malicia en relación a su manejo.
Las elecciones de 2020 son probablemente las más importantes que ocurran no sólo en la historia de Estados Unidos sino también en la historia de la humanidad.
—En este contexto, ¿el resultado electoral del próximo 3 de noviembre puede ser la bisagra para superar o agravar las distintas crisis que viene enumerando y describiendo?
—Claro, las elecciones de 2020 son probablemente las más importantes que ocurran no sólo en la historia de Estados Unidos sino también en la historia de la humanidad, por una razón que no se discute y que es en sí misma asombrosa. Es la pregunta más importante que hoy enfrenta la humanidad y, de no responderse pronto, podría significar el fin de la vida humana organizada en la Tierra. Se trata de la catástrofe medioambiental que se avecina. No está lejos, no se puede retrasar y debemos decidir si la vamos a enfrentar. Este es el tema principal que está en juego en la elección. El presidente Trump y su partido han dejado muy claro que quieren acelerar la carrera hacia el desastre. Quizás sea una señal de que la especie humana es simplemente inviable, si no puedes lidiar con un problema como este. Y no es el único. La segunda cuestión crucial que enfrentan los seres humanos -y que tampoco se menciona- es la creciente amenaza de guerra nuclear. Es muy alta, mayor que durante la Guerra Fría según los principales expertos en el tema, y sigue elevándose considerablemente. Tenemos que preguntarnos en qué tipo de sociedad vivimos y qué clase de especie somos si no estamos dispuestos a parar estos desastres.
—¿Cuál es la razón para que estos temas tan vitales y urgentes no sean la prioridad en la agenda política estadounidense?
—Estados Unidos es un país muy libre, más que cualquier otro en el mundo. Por otro lado, es la más empresarial de las democracias occidentales. Los empresarios estadounidenses tienen una elevada conciencia de clase. Son marxistas hasta la médula, en una especie de marxismo vulgar invertido. Libran conscientemente una guerra de clases, sin descanso, sin retroceder, sin detenerse nunca. Y hay resultados. Las instituciones financieras son tan poderosas que no permiten resolver estos temas porque para ellos no son un problema. La población lo quiere, pero cada vez que se hace algo las instituciones financieras vienen y lo aplastan. Bueno, ¿por qué deberían existir? ¿Por qué deberíamos tener el 40 por ciento de las ganancias en Estados Unidos en manos de instituciones depredadoras, que no hacen nada por la economía y probablemente la perjudican? ¿Por qué deberíamos tener una industria de combustibles fósiles, que cumplió su función en las primeras etapas del desarrollo capitalista, pero ahora es una institución que se dedica a matar personas y destruir la vida en la Tierra? ¿Por qué conservarla? ¿Por qué no hay un rechazo masivo? Ni siquiera sería tan caro actualmente con el precio del petróleo a la baja. Por mucho menos gasto del que se dedica a otras cosas, el gobierno podría acabar con la industria de los combustibles fósiles. ¿Por qué no tapar los pozos que tienen fugas de metano o avanzar hacia una energía sostenible?. Son tareas factibles pero, antes que nada, deben elevarse al nivel de conciencia.
—En este sentido, se observa el surgimiento de nuevos tipos de activismo político sumados a las protestas masivas, con una intensa participación de los jóvenes, o fenómenos como el movimiento Black Lives Matter. ¿Qué significa la aparición de estos nuevos factores y actores en la política estadounidense?
—Es muy significativo. El Black Lives Matter, después del asesinato de George Floyd, no se parece a nada en la historia de Estados Unidos, literalmente.
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