Los maestros, en la encrucijada
Ser maestro de manera íntegra y responsable, es cada día más difícil y requiere mayor preparación.
Por: Francisco Cajiao
31 de octubre 2017 , 12:00 a.m.
Un buen momento para reflexionar sobre la profesión de los maestros es cuando hay tranquilidad para enfrentar los problemas con cabeza fría. Más allá de la política educativa, la financiación y la organización sindical, que seguramente estuvieron presentes la semana pasada en la XX Asamblea General de Fecode, es indispensable avanzar en otras cuestiones más ligadas con la naturaleza de la formación y el ejercicio profesional de los educadores.
Los cambios sociales ocurridos en el último cuarto de siglo son enormes. La manifestación más evidente es la omnipresencia de la tecnología, convertida en un apéndice de nuestro cuerpo: dispositivos que llevamos prendidos para hablar por teléfono, enviar mensajes, controlar situaciones, hacer fotografías y videos, grabar conversaciones, hacer compras, monitorear los latidos del corazón...
Niños, maestros y familias funcionan con estos artefactos y crean sus propios grupos de WhatsApp. Las mamás de los niños se cuentan chismes, amplifican descontentos y organizan reuniones. Los maestros comparten inquietudes y programan actividades, y los chicos viven sus vidas en las redes sociales más que en los patios de recreo. Si hay cibermatoneo, si los adolescentes se envían fotografías desnudos, si entre los padres surge un malestar con un profesor, los directivos del colegio deben responder, como si fueran responsables de lo que ocurre en todo el universo virtual.
Niños, maestros y familias funcionan con estos artefactos y crean sus propios grupos de WhatsApp. Las mamás de los niños se cuentan chismes, amplifican descontentos y organizan reuniones. Los maestros comparten inquietudes y programan actividades, y los chicos viven sus vidas en las redes sociales más que en los patios de recreo. Si hay cibermatoneo, si los adolescentes se envían fotografías desnudos, si entre los padres surge un malestar con un profesor, los directivos del colegio deben responder, como si fueran responsables de lo que ocurre en todo el universo virtual.
No se puede esperar que los estudiantes compartan la misma religión, los mismos valores, los mismos hábitos alimentarios o las mismas preferencias sexuales.
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