¿CUÁL ES
LA CUALIDAD MÁS IMPORTANTE EN EL PROCESO DE ENSEÑANZA APRENDIZAJE-APRENDIZAJE?
Las investigaciones y estadísticas muestran que en un 98%
de los casos, un buen docente puede transformar y cambiar la vida de una
persona o estudiante.
El 88% de las personas afirma que un profesor tuvo un
impacto significativo y positivo en su vida.
El 83% de las personas aseguran que un docente ha reforzado
su autoestima y su confianza en sí mismo.
Ser maestro o docente no es una profesión fácil. Un docente
es una persona que se dedica profesionalmente a la enseñanza, impartiendo
conocimientos y habilidades a estudiantes de diferentes niveles educativos y en
diversas ramas del saber. Esta profesión ha evolucionado y perfeccionado con el
tiempo, al punto de que, hoy en día, para ser un buen docente se requieren
cualidades naturales o aprendidas como la empatía, la responsabilidad, el
compromiso, la prudencia, la confiabilidad, la comprensión, la mística, la
creatividad, la equidad, la justicia, la honestidad, la solidaridad, el
respeto, la paciencia, el trabajo en equipo, el dominio disciplinar, la pasión
por enseñar, el entusiasmo, la capacidad de adaptación, la inteligencia
emocional, el manejo de la tecnología y la gestión eficaz del aula, entre
otras.
Sin embargo, todas estas
cualidades deben ir acompañadas de una habilidad muy sólida: la comunicación.
Habilidades de una
comunicación sólida: La base de una enseñanza eficaz
Cuando escuchas la palabra
"comunicación", ¿qué es lo primero que viene a tu mente? ¿Simplemente
hablar? Por supuesto que no.
Una comunicación sólida, muchas veces considerada como una excelente capacidad
comunicativa, es el puente entre el conocimiento y la comprensión. Cuando un
docente domina esta habilidad, el aprendizaje fluye naturalmente en ambas
direcciones.
¿Por qué es tan
importante?
Porque:
- Simplifica la complejidad, descomponiendo
los conceptos difíciles en partes digeribles y comprensibles.
- Crea momentos de aprendizaje memorables
mediante el uso estratégico de historias y ayudas visuales.
- Genera confianza a través de la escucha
activa, demostrando a los alumnos que sus voces importan.
- Modela la precisión lingüística,
especialmente crucial en docentes de idiomas.
Seamos sinceros: hasta el plan
de clase más brillante se desmorona sin una comunicación clara, efectiva y
asertiva. Los profesores más eficaces adaptan su mensaje para llegar a cada
tipo de estudiante en el aula, asegurándose de que nadie se quede atrás en una
niebla de confusión.
Esta habilidad va más allá de
la enseñanza en el aula, ya sea al comunicarse con padres sobre el progreso de
sus hijos o al proporcionar retroalimentación constructiva sobre tareas, la
capacidad de un docente para transmitir ideas con claridad y escuchar con
atención es la base de todo lo que ocurre en el entorno educativo.
Es especialmente admirable
cómo los mejores comunicadores adaptan su enfoque según las necesidades de cada
aprendiz, explicando un mismo concepto de diversas formas hasta lograr ese
momento de comprensión reflejado en sus rostros.
Pero,
¿Qué es la comunicación asertiva?
La comunicación asertiva
es la forma de expresarse de manera directa, honesta y adecuada, respetando
tanto a uno mismo como a los demás. Implica la habilidad de expresar ideas,
sentimientos y necesidades con claridad, seguridad y serenidad, sin agredir ni
manipular. Es una herramienta fundamental para mejorar relaciones, resolver
conflictos y alcanzar objetivos de forma efectiva.
Un buen comunicador tiene
control sobre sus palabras, ya que estas pueden construir o destruir, dar vida
o causar daño. Son semillas: si se siembran bien, dan frutos hermosos y
agradables; si no, pueden desencadenar tormentas. Las palabras encierran un
poder tanto constructivo como destructivo.
Un buen comunicador no es
quien habla sin límites, sino quien también escucha atentamente a su audiencia,
la observa, hace pausas significativas, guarda silencios equilibrados, lee los
gestos y emociones del público, y los anima a participar. Es por ello, que un
buen comunicador guía con su palabra, hace preguntas, motiva al grupo y resalta
cualidades cuando es necesario. También sabe controlar al grupo y hacer
observaciones claras y firmes sin recurrir a tonos ofensivos; al igual que lo
hace un buen docente.
Un buen comunicador no debe hablar en exceso: debe
comprender el poder del silencio, al igual, debe saber refrenar sus
labios y tener dominio de lo que dice. Por eso, todo comunicador debería "pedirle a Dios que vigile su boca y guarde
sus labios, que ponga un centinela para que de su boca solo salgan palabras
justas, verdaderas y edificantes; que lo libre de pronunciar palabras amargas,
hirientes o destructivas, para vivir en paz y armonía".
Un buen comunicador debe ser
maestro del uso de los tonos, gestos, pausas y silencios, ya que una sola
palabra puede iluminar y arrancar aplausos, o bien ser la chispa de una
tragedia.
El corre-corre del mundo moderno nos lleva a andar con
prisa, impidiéndonos escuchar con atención o comprender lo que nos dicen y es allí
que, la escucha es un elemento esencial en la comunicación. Un buen
comunicador debe escuchar de manera atenta y consciente, con el propósito de
entender mejor y lograr una comunicación clara y efectiva. La pausa y el
silencio nos ofrecen la oportunidad de conocernos, reflexionar y pensar antes
de hablar. El silencio oportuno transmite solemnidad, privacidad y sabiduría.
Es una herramienta contra el orgullo y una protección frente al error.
Sigo creyendo que estamos en
el camino correcto y sin olvidar nuestro slogan “Hagamos Mejor lo que Estamos Haciendo Bien”.